- Interrumpimos la emisión de este programa, cuando son algo más de las cuatro y cuarto de la madrugada, para dar paso a nuestra compañera Lourdes Martín, de los servicios informativos. Adelante, Lourdes…
- Hola, buenas noches. Acabamos de conocer la noticia que llevábamos varios días esperando, el estallido de la guerra en Irak. Según adelanta un boletín de la Agencia EFE, fechado en Washington, el presidente estadounidense George Bush ha anunciado, con un discurso desde la Casa Blanca, que han comenzado hace unos minutos los ataques selectivos a objetivos militares. Según el mismo teletipo, el mandatario norteamericano “afirmó que ésta es la primera fase de una amplia campaña militar destinada a acabar con el régimen iraquí del presidente Sadam Husein”. La redacción de nuestros servicios informativos, nuestra corresponsal en Washington y los enviados especiales a Bagdad ya están trabajando para traerles lo antes posible la ampliación de esta, como decíamos, terrible pero esperada noticia…
- Gracias, Lourdes, por traernos la más candente actualidad, aunque lo cierto es que hubiéramos preferido no tener que escuchar esa información. Como ya les ha adelantado mi compañera, en breve podremos tener más datos de este suceso que marcará el devenir de los próximos no ya días, sino quién sabe si meses… Por nuestra parte, terminaremos el especial que habíamos dedicado a las bandas sonoras de Michael Nyman y a las cuatro y media cortaremos para dar paso a los servicios informativos, ya ininterrumpidamente hasta las siete, cuando arranque “Buenos Días”…
Lourdes salió del estudio de radio casi con lágrimas en los ojos, pero especialmente cabreada por la impotencia que le provocaba aquella situación. Ella y Martín, como millones de personas en España, habían protestado en las calles y se habían manifestado en contra de la posibilidad de que el gobierno de su país se involucrase en ese conflicto, dando su apoyo a Bush.
A pesar de que la noticia exigía un esfuerzo supremo por parte de la redacción de informativos de la emisora, sus jefes le permitieron salir a su hora para que fuera a descansar un rato antes de iniciar la dura jornada del “día después”, así que recogió el bolso y los papeles que había dejado encima de la mesa y se fue a casa.
En la retina aún tenía frescos los fogonazos que, en la madrugada iraquí, equivalían a bombas y que, como si de una película de ciencia ficción se tratase, eran emitidos por las televisiones locales, así que cuando cerró la puerta tras de sí no fue capaz de entornar los ojos inmediatamente. Se fue a la cocina, preparó un colacao y encendió la radio para seguir martilleando su cabeza con lo que sus compañeros iban actualizando. Y, en medio de toda esa rabia acumulada, cayó en la cuenta de que en Buenos Aires todavía era medianoche y pensó que seguramente Martín estaría aún despierto.
Desde que su chico se fue para cumplir con el encargo de la empresa de poner en marcha allí una nueva delegación comercial, hacía ya dos semanas de eso, trataban de conectarse a internet todos los días para enviarse, al menos, un mensaje aunque fuese de buenas noches. Pero esa madrugada, Lourdes estaba tan rabiosa por todo lo ocurrido que pensó que lo único que salvaría al mundo de monstruos como Bush o el propio Husein –porque ella tampoco creía que Sadam fuera ningún santo- sería apostar al amor y quiso escribirle una carta, algo más larga de lo habitual, al hombre al que tanto quería y al que ahora tenía tan lejos, justo en una noche en que necesitaba esos “dos o tres segundos de ternura” a los que siempre cantaba Aute en los conciertos que habían compartido. Así que se conectó y las palabras fueron saliendo a borbotones como la sangre que mana de la herida…
“Mi querido Martín:
Hoy quiero escribirte una carta de amor. Hoy quiero convertir las palabras en lazos intangibles que anuden (aún más, si esto es posible) nuestros corazones. Hoy quiero creer que los sentimientos anidan en nuestras almas y que las quimeras son alcanzables. Hoy quiero dedicarte mis mejores líneas, las más puras, las menos contaminadas, los versos más exquisitos para tocarte con la yema de mis dedos lo más hondo del alma.
Hoy quiero escribir esta carta al amor más puro, al amor con mayúsculas porque quiero reivindicar su existencia y su disfrute. Y porque si algunas personas lo conocieran seguro que no pensarían en bombardear pueblos ajenos ni defender ideas o intereses propios en contra de vidas humanas, sean culpables o inocentes.
La luna llena ilumina el aire y tu ausencia se me antoja insoportable.
Hoy quiero apelar a esa sonrisa que dibujo cuando no te tengo delante y recuerdo anécdotas; a esos impulsos que siento de vez en cuando de pararme en medio de la calle para gritar tu nombre; a tus cálidas palabras y a la delicadeza de tus preguntas cuando temes interrogarme, para seguir creyendo que el ser humano tiene alma.
Hoy quiero recordar todos los abrazos de los malos momentos y las carcajadas de los instantes felices.
Hoy quiero plasmar el brillo de tus ojos en este papel mate porque necesito fingir un mundo coloreado y reluciente.
Presento como pruebas para ganar este juicio todos los mensajes cariñosos que siempre nos enviamos y todas las lágrimas de felicidad que derramamos al unísono por envolvernos con una melodía o escuchar una frase impactante de labios del otro.
Hoy quiero escribirte esta carta porque eres mi ser favorito, porque eres a quien más quiero, tanto que sólo tu felicidad puede ser la mía, tanto que me enamoro de las cosas que tú amas.
La tristeza ante lo ya sabido, la impotencia ante lo ya conocido me abruma. Saber que es inútil cualquier esfuerzo, cualquier grito… Hoy necesito escuchar tu potente voz en mis oídos para convertir el eco de las bombas en olvidadiza pesadilla. Quisiera transformar todo este coraje, todo este odio, toda esta rabia en algo positivo. ¿Dónde están los buenos propósitos?
Quiero confiar en que los sueños están ahí para alcanzarlos, que son metas por las que hay que continuar en el camino, no luchar ni pelear. Son dos verbos que hoy no quiero utilizar.
Hoy me quiero manifestar con pancartas de amor hacia ti, lavar todas las sábanas que encuentre y llenarlas de eslóganes románticos. Quiero que toda esta gente que hay por ahí fuera sepa que te amo.
Ojalá estuviésemos viendo una película y las lucecitas verdes de la noche desértica se apagasen para que apareciese el fin en pantalla. Pero lamentablemente la sangre que brota de todas estas heridas no será pintura y los muertos no resucitarán para almorzar en el set de dirección.
Ésta no es una carta de salvación, de conciencia de que sobrevolamos las ruinas de la civilización y las miserias de la humanidad, sino una certificación de que nos queremos y de que por ese amor vale la pena vivir y de que, aunque se pueda pensar que la vida es asquerosa y sin sentido, de repente una luz como la tuya y un amor como el nuestro sirven para rescatarnos del hondo pozo de un día como hoy. Habrá gente que no lo sepa jamás…
Ojalá todo fuera tan sencillo como en la serie ‘Embrujadas’. Bastaría con mover las manos y hacer conjuros y cocinar pócimas para acabar con demonios como los que nos dirigen. Es muy triste saber que estamos dominados por ellos…
En esta triste noche, sólo puedo decirte que te amo más que nunca… El beso más cálido en la noche más fría… Luli”
Después de vaciar su corazón de aquella forma tan rotunda, se fue a dormir no sin antes besar la foto de la mesilla, ésa en la que Martín y ella se abrazaban a la sombra del Partenón mientras se carcajeaban por salir corriendo tras preparar el disparador automático de la Canon. Se dio cuenta de que necesitaba su abrazo esta noche, pero al tiempo pensó que él, al menos, lo sentiría cuando abriera el correo de madrugada o a la mañana siguiente, cuando ya la noticia fuera ‘vox populi’ y no sólo el avance para las ‘aves nocturnas’.
(Aldebarán, 29/05/07)
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(Este cuento, como otros publicados aquí, los escribí en el entorno de "El Invernadero", ese mágico lugar donde crecen relatos como plantitas, con calorcito y mucho amor. El próximo jueves arranca su nueva andadura...)