viernes, 30 de abril de 2010

La ilógica de l@s atlétic@s

Resulta muy complicado explicar por qué alguien es del Atlético de Madrid. Mucho más complicado es entenderlo para quien no lo es...

Ayer el Atleti se clasificó para su primera final europea tras 24 años de ausencia y, por primera vez en los últimos 14, aspira a un doblete de títulos, ya que, además de la final de la Liga Europa (contra el Fulham), jugará la de la Copa del Rey (contra el Sevilla) y todo esto, en una semana, algo inédito en la historia del club.

Somos gente sufridora. Eso está claro. Y no sé hasta qué punto tenemos algo de masoquistas. Cuál es el placer que lleva a animar siempre a un equipo que, incluso jugando mal, recibe aplausos y gritos de ánimo. Cuál es el motivo por el que defendemos lo indefendible. El amor justifica todo y si pensamos que el fútbol tiene tanto de irracional como el sentimiento amoroso podemos encontrar algún sentido a todo esto. Si es que hay que buscarlo...

Hoy resulta que mucha gente era del Atleti. He visto camisetas rojiblancas en el metro; gente que, sin ser de mi equipo, se alegraba por sus triunfos; comentarios en internet de aficionados de otros clubes que habían sufrido por lo apurado de la clasificación... Daba gusto pasar por delante de todos los kioscos y ver la foto de Diego Forlán (autor del gol que valió el pase a la final) en todas las portadas, tanto de los diarios deportivos como de los de información general, mostrando su anatomía perfecta, como recién sacada de un museo de la antigua Grecia.

Anfield Road (el estadio del Liverpool) es una de las canchas más prestigiosas del Viejo Continente y su afición, los denominados red, una de las más emblemáticas en todo el mundo (con su famoso himno "You'll never walk alone"). Por eso, lograr algo tan épico como lo que anoche hizo el Atleti (conseguir el gol necesario cuando los locales ganaban 2-0 y con todo el ambiente en contra, salvo por los 2.000 atléticos que viajaron a Inglaterra) en un lugar como ése sabe todavía más rico. De hecho, creo que es para sentirse orgullosa. Esa gente vive el fútbol de una manera muy especial, me atrevería a decir que incluso como la del Atleti. De hecho, vi aficionados del Liverpool llorando por la eliminación de su equipo y, al tiempo, aplaudiendo la clasificación del rival. Eso es honor.

La reconciliación de Forlán con la afición del Atleti, que le criticó mucho durante la temporada, ha sido una de las mejores noticias de los últimos tiempos. Y me gusta creer que verle tan de cerca el martes, en la presentación de su biografía, titulada "U-ru-gua-yo", sirvió para que yo le transmitiera energías positivas. Aunque no sea muy realista. Ni muy lógico. Pero es que la gente del Atleti semos así...

miércoles, 7 de abril de 2010

Más nadies que nunca

"Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba".
(Eduardo Galeano, "Los nadies", de "El libro de los abrazos")


Desde el lunes llueve sin cesar en Río de Janeiro y, por ahora, se han contabilizado 95 personas muertas. Serán muchas más que un centenar. Seguro. Sus míseras casas no han aguantado la fuerza del agua ni por supuesto el deslizamiento de las tierras. Lo peor de todo ello no es que, dentro de unos días, cuando todo vuelva a la normalidad, ya no pensaremos en ellas; sino que jamás sabremos quiénes son, cuánta familia tenían, cuáles eran sus nombres. Hoy me contaba una compañera que vivió durante un tiempo en Brasil que allí hay que pagar por inscribirse en el registro y que, por eso, quienes moran en las favelas nunca lo hacen.

Insisto: por ahora han muerto 95 personas que, seguro, serán muchas más. Pero nadie, a efectos oficiales, sabrá quiénes son. Serán nadies, más nadies que nunca. Y, efectivamente, nunca les llovió la buena suerte...

sábado, 3 de abril de 2010

Erizarse o no

"La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalitos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes".
(Muriel Barbery, "La elegancia del erizo")

Aunque no me considero una persona religiosa (por favor, no confundir religiosidad con espiritualidad), puedo afirmar que estos días de Semana Santa han estado llenos de revelaciones importantes y no sé si están provocadas por la lectura de este libro o si este éxito editorial ha llegado a mis manos en el momento justo para que éstas apareciesen.

De todas ellas, una me produjo una sensación agridulce. Por un lado, la satisfacción del reconocimiento. Por otro, la certeza que siempre tuve (aunque nunca quise reconocer) de que mi escaparate anterior no era el adecuado, lo cual es a todas luces injusto.

No me considero un erizo ni tampoco sé si soy especialmente elegante, pero es cierto que he tenido que mudar algunas de mis costumbres sólo para que otras personas puedan visibilizar lo que ya era mi accionar cotidiano. A veces nos colocamos máscaras sólo para que el resto del mundo no nos vea; en otras ocasiones, no nos permitimos ver más allá de nuestras narices, aunque lo que haya delante resplandezca de forma natural, sin artificios ni pretensiones vacuas.