martes, 24 de agosto de 2010

¿Exactly?

Anoche tuve en casa una doble sesión de Bridget Jones, cine romanticón, sin muchas complicaciones, ligerito, de la que saqué varias conclusiones. Nunca me he reconocido en el personaje, aunque sí hallo ciertas cosas en ella que he podido vivir en algún momento de mi vida. En realidad, creo que ninguna mujer es COMO Bridget Jones, es imposible; de hecho, no creo que a nadie le guste verse en ese espejo, pero es una especie de caricatura, una suma de los miedos, los temores, los fantasmas, las fobias, las histerias de todas nosotras.

Si algo bueno tienen este tipo de comedias románticas es la banda sonora elegida. Y ésta no es una excepción. Con varios buenos temas muy bien elegidos para determinados momentos de la trama, sin duda una canción excepcional es "Someone (exactly) like you", de Van Morrison, una preciosa balada con una letra bien descriptiva: "I've been travelling all around the world / waiting for you to come through". Y todo para encontrar a "alguien exactamente como tú".

Pero de la misma forma que Bridget es una suma de muchas mujeres, Mark Darcy o Daniel Clever (sus contrarréplicas masculinas) son amalgamas de varios hombres. Y es que, en la realidad, nadie es tan perfecto ni tan desastroso, nadie es tan romántico ni tan despegado, nadie es tan absoluto, tan redondo. Cuando nos fijamos en alguien, ¿cuándo se sabe que es exactamente ESA persona? ¿En qué momento se descubre que la búsqueda ha terminado? ¿Cuándo se deja de recorrer el mundo entero persiguiendo a ESE alguien? ¿Y cómo se sabe que no habrá otro alguien exactamente con las características precisadas?

viernes, 13 de agosto de 2010

Liviandad

La última vez que aparecí por aquí hablaba sobre la amistad, sobre la importancia de ESAS personas que convierten nuestra vida en maravillosa por sus detalles, por sus invisibles gestos, por sus mínimos movimientos que, como aleteos de mariposa, transforman cuanto hay alrededor. Sin darse cuenta...

Ayer, mientras me dirigía al metro para ir a trabajar, me di cuenta de que pesaba mucho menos, de que caminaba ligera como una pluma, de que me sentía liviana. Quienes me conocéis, sabéis que esto suena a chiste, ya que mi físico es todo menos flaco, así que tuve que buscar los motivos en mi alma... y en un par de locas que tengo por amigas. No suelo reclamar ayuda, soy de esas personas que se considera autosuficiente y que, antes de pedir un favor, se lo piensa mucho. No es ni bueno ni malo, sólo mi realidad. Por eso, en medio del aprendizaje de mis últimos tiempos, ser capaz de enviar un mensaje matutino expresando un cierto malestar (irracional, ilógico e inexplicable, por otra parte, pues estaba relacionado con prodigios de la vida) fue todo un avance. Lo que jamás pude imaginar es que ese par de locas que tengo por amigas decidiera saltarse cualquier tipo de norma social, de responsabilidad u obligación para presentarse en mi casa a hacer de wonderbra.

Acostumbrada a sostener a otras personas, a ser un centro energético, a regalar mi tiempo por amor/amistad, a convertirme en mí misma a partir de l@s demás, a ser a partir de mi relación con l@s otr@s, sentí que mis hombros se descargaban definitivamente, que el camino es más fácil cuando se comparte el equipaje y que, por eso, más que andar por la calle, lo que estaba haciendo era volar cerquita de las nubes. La espontaneidad de ese gesto (MARAVILLOSO GESTO) me dio la liviandad con la que ahora ando por la vida. Y la certeza de que no está tan mal pensar a veces en una misma...