domingo, 13 de septiembre de 2009

"La antorcha", Torres García y el amor

En 2005 pisé por primera vez este bar. Yo no sabía el nombre del establecimiento ni el nombre de su dueño ni siquiera cómo llegar desde la parada de metro...

Aquella jornada había sido muy surrealista. Visité en los alrededores de Barcelona la Colonia Güell, una de las obras de Antoni Gaudí que aún desconocía, junto a dos amigas argentinas, Mimi y Paula. Y por la tarde me reuní con dos amigos catalanes, David e Iván, que provenían de mundos diferentes pero cuyas propuestas de quedada logré juntar por mor del fútbol. Esa noche había partido del Barça contra el Real Madrid y David quería mostrarme un pub de su pueblo, Santako (en los carteles dice Santa Coloma de Gramenet, pero para quien lo conoce se llama de la otra forma), en el que se ponía el himno del Barcelona cada vez que el equipo marcaba un gol. Y como Iván también era futbolero, no tenía inconveniente en apuntarse al plan, pese a que él vivía en Terrassa. La única 'descolgada' era Mimi, porque odiaba el fútbol, pero como estaba de paseo por España aquella posibilidad de vivir una jornada especial en un lugar especial le llamaba la atención (de hecho, después disfrutó como el que más grabando aquella locura). Cuando terminó el partido -por supuesto con victoria del Barça-, continuamos la juerga en un bar al que David quiso llevarnos porque, según dijo, era parte importante de la idiosincrasia de Santako...

Cuatro años más tarde, el sábado pasado, para ser más exacta, volví a este lugar. Gemma, la compañera de David (que aquella noche de 2005 no pudo venir por culpa de unos estudios que debía hacer para su trabajo), me comentaba, antes de llegar, que ell@s eran muy amig@s de los dueños y que uno de ellos estaba pasando por momentos delicados de salud. Cuando llegué a la puerta del bar "La Antorcha", reconocí el establecimiento, pero no quise romper la magia de las presentaciones. Saludé a Juan, el dueño, como si fuese la primera vez que lo veía con la misma efusividad que a Gabi, al que sí acababa de conocer. Ahora, que ya no resulta tan peculiar encontrarse con parejas homosexuales, parece más ejemplar si cabe descubrir que hombres como Juan y Gabi llevan formando una hace más de 30 años. Y más admirable aún es ver el amor que se desprende estando cerca de ellos o la gracia con la que Gabi habla de la rodilla maltrecha de Juan cuando es él quien lo está pasando francamente mal con su enfermedad.

Nada más conocerme, me demostraron un cariño inusual por el mero hecho de ser amiga de David y Gemma, tanto que un rato después de las presentaciones y cuando ya habíamos vuelto a casa, nos llamaron por teléfono para avisarme de que el desfile de gigantes y cabezudos -correspondiente a las fiestas de Santako- pasaba por su bar por si quería ir a verlo. Así que, 24 horas después de conocernos, cuando yo ya tenía que despedirme porque el fin de semana acababa y había que regresar a Madrid, les pedí sacarme esta foto con ellos, cumpliendo además la fantasía de colocarme al otro lado de la barra.

Lo más fuerte de todo este asunto es que, después de un buen rato de charla, me ofrecieron su casa en Terrassa para la próxima vez que viaje. En ese momento, no pude evitar emocionarme. Cuatro años antes, yo no conocía tanto la biografía de Torres García y, por tanto, no podía provocarme ningún interés que Iván viviese en aquel pueblo. Ahora, que aquel amigo -por simple dejadez- ya no forma parte de mi vida, sí, porque ahora sé que, una vez casado, JTG estableció su residencia en una casona llamada Mon Repós, en esa localidad barcelonesa. Los frescos con los que decoró esa vivienda ahora forman parte del patrimonio de Caixa Terrassa, que los compró en 1993. Y, en este último año, creció mi interés por visitar ese pueblo. Así que cuando Gabi me hizo aquella invitación se completó un extraño círculo. Cuatro años después...

Aquella noche surrealista de 2005, David e Iván representaban dos arquetipos bien diferentes de hombre atractivo y, en una charla con Paula entre cerveza y cerveza, le decía -como si aquello fuera una exposición o un catálogo- qué modelo elegía para mi futura búsqueda en otro escenario. Cuatro años después, tras vivencias varias en el cuerpo y en el alma, nada más pisar "La antorcha", recordé la conversación que habíamos mantenido entre aquellas cuatro paredes y me prometí tenerla siempre presente. Para no volver a caer ante "muñecos" (crédito de la expresión para Paula) o "personajes" y para fijar mi atención en esos hombres que tienen valores y actitudes interesantes, con los que una pueda nutrirse y no sentirse fagocitada...

(David y Gemma tendrán un espacio en este blog, en el que explicaré cuál fue el motivo de mi visita a Santako, pero hasta entonces debo agradecerles todo lo que compartieron conmigo y cuánto me enseñaron en esos dos días)

4 comentarios:

Unknown dijo...

Tu posteo, una maravilla de poesía y ternura. Siempre tenés el don de hacernos querer a la gente que no conocemos.
Tarrasa.Y Mon Repós... un mito para los uruguayos. Me parece estar viendo a Manolita sentada detrás del escritorio que había sido del viejo, en la casa de Punta Gorda. Olimpia parada al lado. Atrás no me puedo acordar si había una estufa a leña o qué, pero de lo que no me olvido es de la foto de Mon Repós colgada en la pared detrás de la vieja. Don Joaquín había muerto hacía entonces como 20 años, y Manolita todavía viviría muchos más pero esa foto...de pronto todavía está ahí. Creo que amaron a esa casa de Tarrasa más que a nada en el mundo.

Juan Pedro dijo...

Me has hecho sentir que estaba dentro del bar, delante de esas dos personas ejemplo de amor. No sé por qué, pero me venía a la cabeza la música de Manolo García cuando leía tu post (en concreto, la canción Niña Candela).
Gracias por multiplicar los corazones y los sentimientos y compartirlos con nosotros. Lo corroboro una y otra vez: me mola tu rincón naranja. Un beso grande.

Anónimo dijo...

Podrías darme la dirección de "La Antorcha" ?

Gracias mil

Enric Milián dijo...

Perdóname,
("La antorcha")si puedes me lo envías a:

patros.enric@gmail.com