Me permito la licencia de parafrasear al gran Serrat para decir que hace 18 años que tuve 18 años. No me había dado cuenta de este detalle hasta que anoche un compañero me hizo ese juego de palabras. Ayer, hace 36 años, en un pequeño pueblito de Ávila llamado Sotillo de la Adrada (a unos 80 kilómetros de Madrid) llegué a este mundo, que no es ni mejor ni peor que otros, es ÉSTE.
Ayer, hace 36 años, mi madre me parió con la única ayuda de su suegra, una hermana suya llegada de Badajoz y el médico local. Sin epidural. No digo que sea ni mejor ni peor, sólo que FUE ASÍ y que me encanta presumir, en estos tiempos, de ser 'de pueblo' y de haber nacido en la casa de mi abuela (que se fue hace mucho más que 18 años).
No recuerdo el día que cumplí 18 años. Imagino que, en aquella época, lo celebraría con mis amigas del instituto, de las que sólo una sigue dentro de mi vida. Era el último año, estudiábamos lo que entonces se llamaba C.O.U., es decir, Curso de Orientación Universitaria, que en realidad era pura preparación para el examen de selectividad que nos permitiría acceder a una carrera. Es decir, la orientación ya la habíamos decidido años antes, cuando nos tocó seleccionar 'letras' o 'ciencias'. Tres compañeras de la clase elegimos estudiar Periodismo, a pesar de que muchas profesoras nos hablaron del mal futuro que tendríamos. Hoy dos de ellas trabajan en gabinetes de comunicación y yo en una agencia de noticias bastante importante. Ahora, viendo cómo transcurrió todo, no me arrepiento de uno solo de mis pasos. Escribo, que es lo que quería hacer; quizá no todo lo que quisiera o como quisiera, pero no puedo decir que equivocara mis pasos. Respecto a las amistades y las relaciones personales, afortunadamente después llegó todo lo mejor... Pero como me gusta hacer balances de todo y analizar lo que ocurre en la vida, no digo que fuera culpa de nadie, sólo que yo también tenía que CRECER...
Desde que nací, el hecho de que mi padre fuera socio del Atlético de Madrid marcó mis colores futbolísticos como aficionada. Tengo algún leve recuerdo de mis visitas al estadio Vicente Calderón (ése que desaparecerá en poco tiempo), como aquel 75 aniversario del club en el que actuó ¡¡¡Rafaella Carrá!!! y en el que hubo tantos fuegos artificiales que yo me asusté. Claro, tenía sólo cuatro años. Él, todo orgulloso de su primogénita, me llevaba los domingos en la vespino que tenía para moverse por Madrid y nos sentábamos con su grupo de amigos a ver el fútbol. Esta parte no la recuerdo, pero me la han contado tantas veces que casi puedo visualizar la imagen de una 'mica' metida ahí entre hombres. Más o menos lo que, con el transcurrir de los años, ha sido mi trayectoria profesional. No digo que esto sea positivo o negativo, sólo GRACIOSO.
A los 18 no soñaba ni por asomo con tener amig@s de otros lugares del mundo ni mucho menos con viajar a Sudamérica. Hoy me resulta imposible concebir la vida sin algun@s de ell@s. Anoche, horas después de cumplir los 36, recibí un lindo regalo de cumpleaños, un relato sobre un jugador 'bolso', Santiago Ostolaza, cuya historia desconocía (a pesar de que llevo años trabajando con el fútbol latinoamericano, me falta tanto por aprender...) y pensé en la cantidad de idas y vueltas que tiene la vida, aunque sea trasladada al mundo del fútbol. El domingo pasado pude ver en vivo el Atlético de Madrid-Getafe, que terminó 1-1 con goles de dos uruguayos, Forlán para los locales y Alvín para los visitantes, y cuando marcó el rojiblanco la gente le obsequió con gritos de '¡¡¡u-ru-gua-yo, u-ru-gua-yo!!!' a pleno pulmón. Lo dicho: idas y vueltas.
Con 18 años tenía una máquina de escribir tradicional para hacer los trabajos de la universidad en el pequeño 'zulo' que era mi habitación familiar y una máquina de fotos bastante cutre; con 36 vivo en mi casita naranja, tengo un portátil y una cámara digital, escribo en varios blogs y tengo e-mail, he viajado a lugares del mundo con los que siempre soñé como Ushuaia (el fin del mundo) o Rapa Nui (isla de Pascua).
Con 18 años yo no me gustaba nada (aunque creo que esto es algo bastante habitual en la adolescencia) y ni siquiera soñaba con las maravillosas sorpresas que la vida iba a depararme; con 36 estoy bastante a gusto con mi persona y trato de disfrutar esos regalos de la vida según llegan. Con todo.
Hace 18 años que tuve 18 años. Y lo mejor de todo es que no volvería a ellos por nada del mundo...