viernes, 11 de junio de 2010

La vida es pura exposición


"¿No se escribe para eso, para compartir con otros seres humanos?"
(Ernesto Calabuig, "Expuestos")

Hace tiempo alguien me dijo que, habida cuenta de mis participaciones en distintos espacios virtuales, yo tenía una necesidad excesiva de comunicación. No lo niego y, además, no me parece negativo. Yo soy yo, pero también lo soy a partir de mi relación con los otros. De hecho, el lunes pasado, reconocía ante un amigo en Frankfurt que una de las cosas que tengo clara en la vida es que me gusta (más bien preciso) estar en contacto con la gente y que, a pesar de disfrutar de mis espacios de soledad, jamás podría ser una eremita.

De comunicarse, de relacionarse, de vincularse con otros seres humanos habla la novela "Expuestos", de Ernesto Calabuig, su primer largo después de ese impecable libro de relatos titulado "Un mortal sin pirueta", en el que vuelve a deleitarnos con su forma de tratar el paso del tiempo y con su mirada sobre las figuras de verdad. Tres personajes (Jaume Climent, Anne Zieske y Rüdiger Beck) y otras tres ciudades, una de ellas en un relativo horizonte (Madrid, Frankfurt y Berlín), para situar una bella historia, en la que el autor pasea por el amor, la literatura, la filosofía, el viaje, el no retorno, en definitiva la VIDA como ese escaparate donde cada uno de nosotros estamos, como reza el título, expuestos.

Aunque es el miembro de la familia con quien menos relación tengo (su hermano es mi MEJOR AMIGO -uso las mayúsculas, porque hay palabras que quedan cortas para nombrar a ciertas personas- y con su madre y su hermana he compartido grandes momentos catárticos), puedo afirmar que Ernesto es un amigo. Y, por eso, hoy le dedico este homenaje. Porque aunque estaba previsto que yo comprase la novela este sábado, en la Feria del Libro de Madrid, aprovechando su firma de ejemplares, ésta se me apareció casualmente la semana pasada, un día antes de mi viaje a Alemania.

"A veces parece que todo sea oportuno, que cuadra o encaja, que se encuentra a mano para reforzar lo que uno quiere expresar", le dice Rüdiger a Jaume en una escena. Ese tipo de coincidencias que permiten hallar esta novela cuando no la buscaba, de la misma forma que, en 1994, encontré en una estantería de la madrileña Casa del Libro "Berlin Alexanderplatz", la obra de Alfred Döblin que tanto me impactó en ese momento y que ahora es referencia constante en el libro de Ernesto.

O que parte de la novela transcurra en Frankfurt y que Jaume se convierta, involuntariamente, en guía turístico (cuando, de hecho, en un momento pretende huir de alguien así) al hablarme del centro histórico de la ciudad, del apfelwein (especie de sidra) que suele beberse en las tabernas, de la kartoffelsalat (ensalada de patata) que comerá, del recurrente juego de palabras al hablar de Mainhattan (por el nombre del río que cruza la ciudad y el skyline ofrecido por sus muchos rascacielos), de la gente disfrutando del buen tiempo a ambas orillas del Main, de la cerveza Binding que le ofrecen durante una charla con Rüdiger...

También porque, leyendo esta novela, me he recordado en el "Molly Malone" de Malasaña y me he visto en Roma arrancando un trozo del mantel de "La Montecarlo" y he tenido consciencia -una vez más- de personas pasadas devenidas ya en personajes y me he embarcado en debates sobre la creación literaria. O porque, a lo largo de sus páginas, me he sentido como al escuchar las canciones de Luis Eduardo Aute -muchas de ellas repletas de referencias culturales-, con la necesidad de investigar y aprender mucho más sobre cuanto me rodea.

Con la inseguridad del escritor novel, Jaume llega a decir: "Qué difícil, pues (...) asumir la convicción de que haga falta 'contar', o mejor: la convicción de haga falta que 'yo' cuente". Afortunadamente, Ernesto asumió esa convicción y nos regaló estas 164 páginas cargadas de contenido real y no de vacuidades; de verdades y no de palabras-unidas-para-rellenar-espacio-porque-tenemos-que-vender-libros.

(Ernesto Calabuig firmará ejemplares de su novela en la Feria del Libro de Madrid, caseta 303, Menoscuarto Ediciones, el sábado 12 de junio, de 12 a 14 horas)

2 comentarios:

Ernesto Calabuig dijo...

Pues no sé cómo darte las gracias por este comentario tan generoso acerca de mi novela y por la lectura tan profunda que has hecho del texto y las citas que has seleccionado. Además la casualidad de que el libro se te "apareciera" y que tú misma, como el personaje, te vieras en medio de un viaje a Frankfurt mientras lo leías(¿La preciosa foto con la cerveza está tomada allí?). Gracias de corazón por todo tu entusiasmo cuando hablas de mis cosas. No sabes cómo me alegra que el libro te haya dicho tanto. Un gran abrazo.

amelie dijo...

ERNESTO: sí, la foto está tomada en las cercanías de Sachsenhausen, en una terracita, en la que decidí sentarme para degustar la parte final del libro. Creo que más o menos a esa altura Jaume y Rüdiger estaban decidiendo si tomarse la Binding o la Krombacher...

Y las gracias no son a mí por el comentario, sino a ti por esa manera de dibujar con palabras y de escarbar (no sé si involuntariamente) en los sentimientos ajenos.

Un beso enorme. Mañana nos vemos.