martes, 28 de abril de 2009

Se fue... pero se queda para siempre

Ocurrió el 7 de diciembre de 2007. Acudí al Centro Cultural de España, en Montevideo, para la presentación de un libro sobre su vida. Apenas días antes supe que estaba viva (siempre imaginé, como contaba el otro día, que las grandes figuras están desaparecidas físicamente), así que me emocionó la idea de ver a Idea. Lamentablemente, había tanta gente esa tarde que me tocó estar en una sala aledaña a la otra en la que se desarrollaba la presentación, pero pude seguirla por una pantalla gigante. En una mesa varias personas hablaban sobre ella, pero ella no estaba ahí. Su frágil figura ocupaba una silla de la primera fila. En silencio.

Al término de la presentación, abrieron las puertas y la gente que estaba fuera pudo acceder a la sala principal. Durante unos instantes, me planteé qué hacer, si entrar o no, si quería llevarme una fotografía de esa mujer cuya poesía admiraba o si sólo quería verla, si podría decirle algo o no... Y me dejé llevar. Seguí a esa ristra de personas que se acercaban a ella para saludarla. En realidad, yo sólo quería verla. Era como si no creyera que estaba entre nosotr@s. Pero sí, estaba ahí. Encogida, pequeñita, extremamente delgada, como ausente ante tanto homenaje, como si aquello no le importara demasiado, como si tuviera bastante con sus amores, como si ya hubiera VIVIDO (con mayúsculas) mucho.

A medida que me acercaba, mi corazón latía cada vez más fuerte. No sabía qué hacer, hasta que me quedé sola frente a ella y, aun consciente de que mis palabras no servían para nada ante aquella diosa, le tomé las huesudas y débiles manos (esas manos que escribieron tantas lindas cosas) y le dije: "He venido desde España para darte las gracias por tu poesía". Y me fui. Esa tarde yo estaba muy triste y, en realidad, no sé si por lo que ya me ocurría o por ese fugaz encuentro con Idea, salí llorando y me fui hacia la escollera Sarandí para ver la caída del sol.

Acaban de contarme que Idea Vilariño se fue anoche. Pero en realidad yo creo que sigue por aquí, va a seguir por aquí mientras sigamos llorando con sus versos, emocionándonos con sus palabras, sintiendo tanta cosa con lo que ella escribió y con lo que ella vivió.

Ahora que esta gran dama de la poesía se ha ido, creo que puedo contar dos testimonios (masculinos) que viví en primera persona y que dicen mucho sobre esta mujer.

El primero de ellos, el de un conocido cantante uruguayo (guardo su anonimato por respeto al 'off the record'), al que una revista propuso hacerle una entrevista a Idea. Tras darme esta noticia, me confesó: "Pero ¿quién soy yo para entrevistar a esa mujer? ¿qué voy a preguntarle yo?"

El segundo, el poeta español Félix Grande. Hace unas semanas dio una interesantísima charla sobre Juan Carlos Onetti, del que fue muy amigo durante su residencia en Madrid. Durante el coloquio y, una vez concluido éste, me animé a preguntarle por la figura de Idea Vilariño y su relación con el escritor. Y, además de expresar un inmenso respeto por ambas figuras ("jamás le pregunté al uno por la otra ni a la una por el otro"), dijo cosas como "Idea Vilariño no es deudora de Juan Carlos Onetti" (en el sentido de que su poesía sería igual de buena independientemente de sus amores-desamores) o "lo que debía juntarse entre cuatro paredes cuando estas dos personalidades estuviesen juntas debía ser demasiado fuerte".

Ningún homenaje como sus palabras, así que aquí dejo este poema que tanto dice, que tanto cuenta, que tanto emociona. Hasta dentro de un rato, Idea...

"Verte reír tocarte con las manos
vivir contigo un día un año tres semanas
compartir vida sería vida mansa contigo
encontrarte en la cama
vistiéndote en el cuarto
oliendo a alcohol fumando
sudando en el verano
o en el amor cerrando
tus ojos distraídos"
(Idea Vilariño, "Verte reír")

viernes, 17 de abril de 2009

Tener mundo

Siempre he tenido una relación muy especial con mi padre, siempre he dicho que, a pesar de las adversidades por las que tuvo que pasar, supo salir adelante y que su universidad fue la de la vida, que, sin tener 'estudios, pasa por ser una de las personas más listas y sin complejos que conozco. 

El pasado fin de semana tuve una charla de lo más interesante con él. Empecé a indagar cosas del pasado, le pregunté por nuestra familia, por anécdotas de su vida, me valía cualquier cosa teñida de color sepia... 

Y descubrí algunos datos que jamás le había oído contar. Y me hizo reflexionar sobre eso que llamamos 'tener mundo'. Él, nacido como yo en Sotillo de la Adrada (provincia de Ávila), dejó el pueblo cuando apenas era un niño (ahora, en este 'primer mundo' pensar en el trabajo infantil es aberrante pero en aquella España franquista era algo común, como hoy, aún hoy, siglo XXI, ocurre en muchísimos lugares del mundo y parece que no queremos verlo) y se fue a Talavera de la Reina (Toledo). Además, por diferentes motivos, estuvo en Cáceres, en Segovia, regresó al lugar de origen y de nuevo a Talavera y de nuevo al pueblo y finalmente Madrid. En todos estos cambios, el motor de arranque siempre fue el mismo: salir adelante.

Tenemos la costumbre de decir que las personas que viajan mucho (así por turismo o curiosidad, como yo), sobre todo a lugares cuanto más exóticos mejor, 'tienen mundo'. Pero después de esta charla con papá se removieron todas esas ideas. ¿Tiene más mundo alguien que viaja a un rincón perdido a 10.000 kilómetros de su casa y apenas se vincula con la gente o alguien que se mueve al pueblo vecino y se convierte en casi prestidigitador para sobrevivir?

miércoles, 8 de abril de 2009

La canción y el poema

Ayer me emocioné leyendo al Gato, no sólo por su encuentro con Iván (por todo lo que tenía de afectivo para mí), sino por lo que leí de Vera Sienra. Siempre creí, como cuando hablaba de Idea Vilariño, que estaba muerta. Nunca supe sus años ni de qué época era, sólo la oí en disco una vez, así que es fácil pensar que los mitos no viven más que en el imaginario colectivo. Por eso, cuando leí las palabras de Gabriel me recordó a aquel momento en que supe de la presentación de un libro sobre su vida y, sobre todo, a la tarde en que estreché las manos de Idea y pude darle las gracias por su poesía...

Hoy tenía claro que quería colgar algo de esta dama de la canción, pero al llegar a youtube sólo encontré esta actuación...


Me pareció muy gracioso ver que en la fecha en que se grabó esta actuación (julio de 2002) yo aún no había pisado Sudamérica (me faltaban aún unos días) ni mucho menos Uruguay (quedaban algo más de dos años por delante) ni mucho menos conocía la música de Vera Sienra (cinco años antes... impensable). Y me emocionó leer el título de este tema "La canción y el poema", porque justamente la conocí así: al poema "La Hora" de Juana de Ibarbourou le siguió la versión musicalizada por ella.

En mañanas eternas, voces como ésta quiebran el cuore...

sábado, 4 de abril de 2009

Demasiada gente

No sabía qué esperar de aquel reencuentro hasta que, al bajar de la furgoneta que nos trasladaba desde el aeropuerto, te vi ahí, inmenso y sonriente, en la puerta del hotel. Tú no conocías a ninguno de mis compañeros. Me aguardabas a mí. Así que casi sin reparar en que había demasiada gente a nuestro alrededor, me lancé a ese abrazo que llevábamos (según parece) preparando tanto tiempo.

- ¿Todo bien? –preguntaste con un brillo especial en los ojos.
- Todo bien –sonreí emocionada.

Una vez completado el reparto de equipajes y habitaciones, todo el equipo regresó al vestíbulo para ir a cenar a una pizzería cercana. No paramos de hablar ni un instante. Aunque de vez en cuando prestábamos atención a alguno de nuestros compañeros, casi todas nuestras conversaciones versaban sobre nosotros. Nadie entendía cómo nos entendíamos tanto. Nadie conocía nuestro romance previo.

Y aunque me asustaba pensar en cómo cerraríamos aquella noche después de nuestra brusca separación, todo parecía indicar que los fuegos que no llegan a extinguirse, siempre vuelven a avivarse.

Al llegar al vestíbulo, el ingente grupo se repartió entre los dos ascensores para emprender el camino del descanso a sólo unas horas del arranque de nuestras jornadas de trabajo. Nosotros, naturalmente, entramos en la misma cabina. Aunque, como nos había pasado durante toda la noche, rodeados de gente.

Uno frente al otro, nos miramos con la complicidad de quien pretende escabullirse del resto de personas. Nos sonreímos, como aquella primera vez en otro ascensor. En otro hotel de otra ciudad.

- ¿Te apetece que bajemos a la playa a tomar unos mates por la mañana? –sugeriste.
- Sí, me encantaría –te respondí con el ligero fastidio que suponía no poder decirte allí mismo que en realidad prefería pasar toda la noche contigo.
- Bueno, genial, ¿dónde estabas?
- En la 907.
- Bien, te llamo entonces por la mañana.


Al llegar a la séptima planta, te arrimaste para darme un beso de buenas noches. Te miré con la esperanza de que te arrepintieras y decidieras seguir el viaje, pero entornaste los ojos señalando al resto de nuestros acompañantes.

No sabía qué esperar de aquel reencuentro y, ahora que todo había transcurrido de forma tan natural, teníamos demasiados testigos alrededor. Cerré la puerta de la habitación con cierto desánimo hasta que, de repente, sonó el teléfono y tu profunda voz al otro lado anunció: “Ahora voy. No podía subir con vos, había demasiada gente”.

(Este cuento, completado el 26 de febrero de 2009, surgió en "El Invernadero" a raíz de la propuesta de Carmen: 'una historia en ascensor')


viernes, 3 de abril de 2009

El amor en esencia (IV)

A veces, cuando la música es como ésta, las palabras sobran...