sábado, 6 de septiembre de 2008

Lo necesario

No confío en las casualidades. Creo más en la ironía del destino juguetón que se ríe de nosotros. Hoy, enésimo día que afronto la exhaustiva tarea de rellenar esta página alba con garabatos más o menos inteligibles, acudo al diccionario y permito al caprichoso azar que abra el libro por el apartado de la “N”.
No, no es casualidad que NECESER y NECESIDAD vayan de la mano en esta hoja. Sin intermediarios, sin barreras, sin obstáculos.
Esta casa encierra el latido de un corazón que, aunque pudiera parecer lo contrario por la soledad que me rodea, no es el mío. Hace poco tiempo descubrí que en mi cuarto habita un ser vivo y, desde luego, no soy yo.
Una noche de estío tomé un vuelo sin retorno hacia el resto de mi vida. Ignorante de la teoría del no-regreso (aquella que defiende que la persona que emigra nunca es idéntica a la vuelta), creí que los papeles que mi mano derecha estrangulaba, un pasaporte y un billete de avión, garantizaban el retorno.
Aunque ahora el espejo devuelve diariamente el rostro de aquella mujer que partió y la matutina infusión amarga continúa abrasando sus resecos labios, su corazón quedó anclado en otro mar y, en el supuesto retorno, un sucedáneo rojo ocupó su lugar.
Pese a su rubor, esta maleta se hace fuerte en el suelo de la habitación y, lejos de querer embarcarse en otro nuevo viaje, como alguien sugirió, encierra en sus férreas paredes la diáfana memoria de un pasado vagabundo.
El carrete de fotografías que gasté de principio a fin con mis compañeros de expedición, primeros planos, momentos dulces, bellos paisajes, risas interminables, sigue guardado en el sobre que me entregaron en la tienda tras su revelado.
Las imágenes empiezan a combarse, el papel ya está ajado por el tiempo y los colores desvaídos, pero no quieren salir de ahí. Cuando alguna vez he tratado de quitarles ese envoltorio para guardarlas en su álbum correspondiente, he sentido el escalofrío de quien entierra a alguien querido. Como si la tapa de cartón fuese una lápida infranqueable y mis pobres personajes quedasen sepultados tras ella.
Junto a las fotos, conservo las postales compradas y jamás enviadas, inequívoca referencia de la excepcionalidad de este viaje. Vistas de las playas, del centro de la ciudad, de sus monumentos más conocidos, de sus parajes más hermosos… Todos esos reversos siguen tan vírgenes como cuando cayeron en mis manos. Así continuarán…
Al levantar estos paisajes ficticios tropiezo con la cuenta del restaurante donde festejamos tu aniversario. No es que esta reliquia dineraria guarde un significado especial pero sí evoca aquella delirante escena, cuando a falta de velas para la tarta del postre, pedí al camarero un encendedor para prender ¡¡¡un palillo!!! Te hice soplar para pedir un deseo… Lamentablemente, no fui yo…
Sujeta a esta nota atesoro un incunable, tu único manuscrito: un plano de la ciudad con los trazos de tu dibujo y la cálida dedicatoria de quien cumplió 36 años el día anterior y lo festejó con una extraña sorprendentemente cercana.
Sigo escarbando en los sesos de esta memoria roja que se resiste a la derrota que supondría su desalojo. Como “amantes okupas” permanecen anudados en su interior la tarjeta telefónica que compramos el primer día y la factura del hotel donde nos dijimos adiós.
Un bolígrafo azul asoma su punta entre los papeles. No sé dónde estará la tapa, pero sé que la tiene. Yo, al menos, la guardé. Éste es un nuevo habitante del neceser. A la vuelta de aquel viaje yo siempre manchaba las hojas con él, como una forma de mezclar tus huellas con las mías.
Mas su tinta se agotó. No sé si aquello tendría algún paralelismo con mi sangre…
Ahora esta pluma viaja en el interior de esta nave roja, como aquellos cuadernos que compartimos y que enterré para no extrañarte aún más.
Una etiqueta de Iberia adherida a una de las paredes del maletín me recuerda quién era yo antes de partir. Ahora ni lo sé…
Alguna vez me he armado de valor y he abierto el neceser para vaciarlo con las ganas de quien acomete una empresa importante. Pero una doble cremallera ejerce de celosa guardiana que vela ante ojos ajenos por la castidad de este tesoro: un montón de objetos almacenados que me hablan y me ruegan que vuelva a cerrar para no evaporarse, para no desvanecerse, para continuar en su embalsamamiento nostálgico.
No preciso joyas o riquezas para subsistir. Me bastan para ser feliz aquellas pequeñas cosas a las que cantaba Joan Manuel Serrat y por eso para mí lo imprescindible está guardado en esta maleta. Estoy convencida de que, igual que los nombres de las personas tienen relación con quienes son, así sucede con los objetos.
No, no es casualidad que este corazón rojo se llame NECESER, porque alberga todo aquello que es NECESARIO.
No, no es casualidad que NECESARIO desfile antes que NECESER en las páginas del diccionario y que después aparezca NECESIDAD, que significa carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida. Como tú.
No, no es casualidad que hoy se cumplan NUEVE meses desde que te conocí y, por tanto, parir esta historia sea LO NECESARIO.
(Aldebarán. Escrito en mayo de 2003)
.......
Este cuento surgió, como otros tantos,
del taller El Invernadero. Ojalá os guste...

5 comentarios:

Lucía.uy dijo...

....bueno por ahi dicen que si un marinero tira una piedra al aire,
alguna de las nubes, se volverá irremediablemente gaviota...

El cuento logró toda mi atención, las palabras justas en el momento justo! Me encantó!

Te dejo abrazotes con muchas piedras

Anónimo dijo...

Simplemente hermoso, repasé despacito todas y cada una de las palabras. Me trajo mucha nostalgia...siempre sostuve que nunca jamás se vuelve igual de un viaje, ya sea por paseo o por trabajo, por un tiempo corto mediano o largo, da igual...los olores, las personas, las costumbres, la manera de comunicarse...todo va dejando una huella que en definitiva te transforma, te hace crecer, te hace ver incluso aspectos de la sociedad que uno integra que antes pasaban desapercibidos...

Beso grande, como siempre, un placer visitar sus rinconcitos...

Anónimo dijo...

...por cierto, hace mucho tiempo que tampoco creo en las casualidades...

muchas gracias!

Anónimo dijo...

Me has emocionado amiga. Te dejo todo mi amor. Te quiero mogollón

Anónimo dijo...

me emocioné


beso enorme

dani