viernes, 27 de marzo de 2009

El amor en esencia

Hace unos días tuve la suerte de participar en la fiesta de cumpleaños de dos grandes (más que) amigas, Paloma y Carmen. La novedad del evento fue la presencia del nieto de ésta última, Emil, y sin ninguna duda se convirtió en el centro de la celebración. Debo decir, y no creo que ni las cumpleañeras me lo puedan rebatir, que él fue el gran protagonista, tanto a la hora del almuerzo -cuando apenas éramos cinco además del propio niño-, como por la tarde, cuando ya llegó su papá para encargarse de él y adoptaron el sofá del salón como zona recreativa -mientras l@s adult@s charlábamos de las cosas de la vida-.

¿Por qué rescato esa fiesta de hace casi una semana? El sábado recibimos una gran lección de la vida. Emil nos demostró cuál es la esencia del amor: nos enseñó que, simplemente con una mirada, podemos saber qué hay en la otra persona o no; que basta con captar el alma de la otra persona para saber si estamos ante un semejante o no... 

Este niño de dos años (aunque pareciera todo un anciano pleno de sabiduría) únicamente conocía a algunas de las personas que estábamos ahí y sólo un par de veces en su corta vida y, de hecho, cuando no tenía más que unos meses de existencia. Es decir, no se puede alegar que tuviera una elaboración hecha de su cariño hacia nosotr@s, un amor 'forjado' por el roce... Le bastó mirarnos un segundo para lanzarse a abrazarnos (literalmente) y a besarnos sin las pudorosas barreras que nos autoimponemos l@s adult@s: ni sexo ni religión ni edad. Emil jugó, corrió, bailó, posó, comió, bebió... sin perder un segundo esa maravillosa sonrisa (convertida en carcajada en algún momento) mientras nos respondía 'sí' o 'no' a cualquier cosa que le preguntáramos, al tiempo que nos besaba constantemente para expresarnos la felicidad que él también estaba sintiendo.

Siempre se ha dicho eso de que "sólo los niños y los borrachos dicen la verdad". No estoy muy segura de si en el segundo caso es cierto -o al menos no en todos los supuestos etílicos ocurre-, pero sí he podido comprobar más de una vez que, cuando aún no estamos contaminados por la educación, la cultura, la 'civilización', el entorno, somos capaces de guiarnos por el más puro instinto. Comemos y bebemos cuando tenemos esa necesidad, lloramos cuando nos sentimos desprotección, abrazamos y besamos si sentimos empatía (amor) por alguna persona... 

¿Por qué hay que perder esa esencia cuando crecemos?

6 comentarios:

Tomás en Europa dijo...

Completamente de acuerdo en eso. ¿Por qué tenemos que escondernos detrás de barreras, consensos sociales o limitaciones? Si lo mejor de la vida es vivirla, disfrutarla y parafraseando a una película: comer, beber y amar.

fiorella dijo...

Por que así se nos educa en cuanto a sentimientos y emociones, no mostrarse y parecer débil o blando.Sin embargo es al revés,no?.Un beso

Juan Pedro dijo...

Quizá la vida sea, precisamente, un viaje de retorno en el que se quiere tener de nuevo el alma de la niñez.

Tuviste suerte al ser testigo de ese maravilloso episodio.

Un abrazote, compañera.

el gato utópico dijo...

Negra... busca en el almanaque de don Mario... ese que tenes al lado del ordenador... lo tenes? Bueno, busca donde dice... Usted sabe que puede contar conmigo. Vos sabes lo que significa que este escribiendote desde esta colorida Montevideo, para mi y para los que como vos, supe entender que me quieren como se puede querer a un amigo. Echando la falta y el resto si es necesario. Pero con el corazon en la manito. De la misma forma que yo te quiero. A vos... querida amiga... gracias. A tu familia, una esquina cualquiera de Malvin. Hasta la vuelta.

amelie dijo...

TOMÁS: gracias por tus palabras de hoy sobre esta entrada. Me emociona que te emocionara. En realidad para que la foto fuera tan bonita, además de la carita de Emil, está el 'soporte anatómico' (tú sabes...) Y sobre lo que dices, pues eso, que completamente de acuerdo... Besos nutritivamente naranjas para un ex asténico

FIORE: definitivamente, cada vez creo más en eso de ser auténtic@s, en eso de mostrarnos como somos, viviendo a full, sintiendo al limite las relaciones con quienes tenemos al lado (no significa necesariamente físicamente al lado, ya sabes) y mirando a l@s demás a los ojos, degustando cada cosa de verdad que nos dicen. Quien diga que la vida es apariencia y engañar y mentir y ponerse máscaras es que no tiene ni idea de qué va esto. Al menos quedamos un@s cuant@s loc@s que seguimos disfrutando con cuantos regalos se nos ofrecen... Te mando un beso enorme, amiga; me alegra mucho verte tan seguidito por aquí...

amelie dijo...

JUAMPE: en realidad, quienes saben de transmigración de almas y ese tipo de cosas dicen que nunca se es tan sabio como cuando se nace, cuando el alma llega a este mundo en el cuerpo de un recién nacido. Por eso es fácil entender lo del amor así a primera vista (a primer sentido, más bien) y por eso nadie mejor que l@s niñ@s para hacernos entender las grandes verdades del mundo. Qué pena que muchas veces los mandamos callar o les decimos que nos dejen en paz o no les hacemos ni caso... Con todo lo que tienen para enseñarnos... Yo sé que tú eres uno de esos que mantiene muuuuy vivo el niño dentro, así que no tengo mucho para decirte. Ya lo vives todos los días con tu peque en casa (y con la que viene), así que sólo me queda mandarte un beso muy grande y un abrazote que te tiña de naranja (nos debíamos un café, ¿no? jejeje)

GATO: ufffffff, el mismísimo gato apareciéndose en el rinconcito naranja desde la mismísima Montevideo. Esto sí que es un auténtico cruce, amigo... Desde este lado del mundo (ahora estamos en lados diferentes del mundo), te mando un abrazo enorme y te digo lo que ya te dije en tu espacio: que disfrutes con todo eso que la vida te regala, me gusta que te dejes 'querer' por tanta gente, está bueno recibir amor así sin más, como el auténtico don que es... Un beso muy grande, señor gatuno, y ¡festeje, uruguayo, festejeeeee!