Fui a buscar una aguja en un pajar...Me quedé colgada del hilo...
No sé quién tuvo la idea de llamar Nueva Roma a este barrio. Es lo más opuesto que alguien pueda imaginar a esa ciudad, otrora capital del imperio. Sus calles embarradas, sus pobres barracones y la miseria de sus gentes nada tienen que ver con un Coliseo, una Fontana di Trevi o una columnata en la plaza de San Pedro. Sin embargo, aquel flaco había sabido explotar el nombre de ese suburbio montevideano y el que sus padres le dieron en España, Miguel Ángel, para ponerle a su negocio “La Nueva Capilla Sixtina”. De boca en boca fue corriendo la noticia de que aquel taller de reparación de coches tenía unos frescos muy especiales y que mientras esperabas turno te sentías como en la gloria.
La selección masculina de baloncesto de España estuvo a punto de dar la sorpresa el pasado domingo e imponerse a la de Estados Unidos en la final de los Juegos Olímpicos de Pekín. Los yanquis ya sabían que iban a llevarse la medalla de oro, pero nuestros chicos (para mí seguirán siendo siempre chicos, a muchos los vi empezar en el deporte de la canasta, mammmmma mía, cómo pasa el tiempo) salieron a la pista sin miedo a nada, luchando por ese sueño, aun sabiendo que sería poco menos que imposible.
Hoy pensaba escribir sobre la tristeza que me provocó la jornada luctuosa de ayer, esas 153 personas muertas en el accidente de Barajas. Yo, que me he subido a tantos aviones, que he ido a tantos aeropuertos, que he dormido tantos sueños en el aire, me quedé petrificada al conocer la noticia y sobre todo al ver cómo iba subiendo la trágica cifra de familias afectadas por el dolor.
Sé que poca gente asumirá como algo normal la historia que voy a contar, pero la traigo aquí porque ha sido una de las cosas más bonitas que me han ocurrido en el viaje que he hecho por Asturias estos días pasados. Siempre he tenido claro que el caballo es mi animal favorito, pero el pasado jueves viví algo alucinante con este precioso ejemplar que veis en la fotografía.
Ya no lloro más por aquel San Lorenzo perdido. En cambio soy capaz de emocionarme ante la belleza más pura...
Hace unos días, un compañero de trabajo hizo un chiste. No sé por qué, estaba metiéndose conmigo por alguna cosa que había hecho o dicho y me dijo "oye, suma pontífice". Sin que me diera tiempo a reaccionar, mi jefe, que había oído todo aquello, respondió -al tiempo que me miraba con toda la picaresca del mundo-: "pues mucha pinta de pontífice no tienes, la verdad". Aunque inmediatamente reaccionó y exclamó: "bueno, sí, si consideramos pontificar como tender puentes, ahí eres la primera".
Como el gato de Joaquín Sabina, me voy por los tejados (en este caso, de Madrid, como los de la imagen) para no ver algunas cosas que suceden y que no me gustan. Esta noche venía a trabajar y, al entrar en el metro, he visto una escena que ya viene repitiéndose hace muuuuuuuuuchos meses: los policías paran a personas extranjeras para reclamarles sus papeles. Viene espeluznándome desde la primera vez que lo vi, pero esta noche todo era dentro de la estación de metro (subte), es decir, sin dejar que salieran a la calle y todas esas personas contra la pared.
Me reconozco en esa frase de Marisa. Yo también soy de esas personas que se encarga de decir "hoy hace un año que..." o "han pasado dos semanas desde que...". Sé que siempre fui así, no me queda muy claro el porqué, aunque quizá, como dice la autora, la explicación sea esa vinculación con la memoria.
Leyendo a Casandra me he inspirado en esto del domingo tarde para mi caminito de hoy. Ya sé que ahora mismo en Montevideo no hace el espléndido tiempo que refleja esta fotografía, pero éste fue mi primer paseo por la rambla, un domingo de diciembre de 2006, con calorcito y mate (por supu). Mi gran anfitriona, Daniela, me había llevado la noche anterior al Fun-Fun, esa mañana a Tristán Narvaja y por la tarde de domingo, claro, rambla.
