lunes, 11 de agosto de 2008

Tirando muros...

Hace unos días, un compañero de trabajo hizo un chiste. No sé por qué, estaba metiéndose conmigo por alguna cosa que había hecho o dicho y me dijo "oye, suma pontífice". Sin que me diera tiempo a reaccionar, mi jefe, que había oído todo aquello, respondió -al tiempo que me miraba con toda la picaresca del mundo-: "pues mucha pinta de pontífice no tienes, la verdad". Aunque inmediatamente reaccionó y exclamó: "bueno, sí, si consideramos pontificar como tender puentes, ahí eres la primera".

En el Diccionario de la Real Academia Española, ninguna de las acepciones de pontificar tiene que ver con eso de tender puentes, pero me gusta eso de que la primera idea que yo puedo despertar sea la de constructora de puentes. A veces estamos tan encerrad@s en nuestra burbuja que no somos capaces de salir de ella ni siquiera de gritar pidiendo ayuda; en otras ocasiones nos contruimos unas altas murallas defensivas para que nadie se atreva a saltarlas, aunque nos pudramos de soledad dentro de ellas. Por eso es interesante esa idea de tender una pasarela hacia l@s demás, pero no una que actúe de puente levadizo, que en cualquier momento subamos y bajemos a nuestro antojo; si de verdad queremos establecer vínculos con l@s otr@s tiene que ser a través de los sólidos cimientos de esos puentes romanos o medievales de piedra que tenemos en la Vieja Europa.

Hace poco tiempo fui consciente (creo que ya lo era, pero una situación concreta en el aeropuerto de La Habana me dio para reflexionar sobre el asunto) de que una sonrisa puede ser el mejor pasaporte hacia las personas que tenemos alrededor. Y no sólo como carta de presentación, sino justamente como argamasa para unir las piedras de ese puente hacia el/la otr@. En otras ocasiones, no he tenido que hacer nada especial para que sean otras personas quienes tienden sus puentes hacia mí. Quizá sea cierto eso de que el cuerpo habla por nosotros y un simple gesto (como una sonrisa o una mirada) o la ausencia de él (como no tener los brazos cruzados) ayuden a que el resto de la gente se acerque a nosotr@s. Guardo espléndidas anécdotas de viajes (y cuentos) gracias a esa actitud. Algún día irán apareciendo por aquí...

Ya se acabó con aquella vergüenza de la Humanidad que era el Muro de Berlín. Tratemos de derribar otros que no son tan visibles, pero que son igualmente ignominiosos...

1 comentario:

fiorella dijo...

Siempre hay muros que derribar,fuera y dentro...y con tan poco se puede tender puentes.Un beso