miércoles, 24 de diciembre de 2008

Un brindis por tod@s vosotr@s: ¡¡¡Salud!!!

"Lo queramos o no
Sólo tenemos tres alternativas:
El ayer, el presente y el mañana
Y ni siquiera tres
Porque como dice el filósofo
El ayer es ayer
Nos pertenece sólo en el recuerdo:
A la rosa que ya se deshojó
No se le puede sacar otro pétalo

Las cartas por jugar
Son solamente dos:
El presente y el día de mañana
Y ni siquiera dos
Porque es un hecho bien establecido
Que el presente no existe
Sino en la medida en que se hace pasado
Y ya pasó... como la juventud.

En resumidas cuentas
sólo nos va quedando el mañana
Yo levanto mi copa
Por ese día que no llega nunca
Pero que es lo único
De lo que realmente disponemos".

(Nicanor Parra, "Último brindis")

viernes, 12 de diciembre de 2008

En las nubes

"No se habla demasiado acerca de las nubes visibles desde aquí arriba. A nadie le parece digno de mención el hecho de que, en algún lugar sobre un océano, atravesemos volando una inmensa isla de algodón blanco que habría servido a la perfección de asuento para un ángel o aun para el mismo Dios en un cuadro de Piero della Francesca. Nadie se levanta en la cabina para anunciar con el debido énfasis que, del otro lado de la ventanilla, estamos volando sobre una nube, una circunstancia que habría paralizado a Leonardo y a Poussin, a Claude y a Constable".
(Alain de Botton, "El arte de viajar")

Recibí el maravilloso presente de este libro hace ya unos cuaaaantos años de manos de alguien que me conoce tanto como para regalarlo cuando yo ni siquiera tenía esta locura viajera que ahora me invade y me bastó el hecho de recomendarlo ayer a otro amigo (ver este delicioso artículo de La Sonrisa de Verdi) para retomar su lectura. Ayer tropecé con este párrafo sobre lo que supone viajar en avión y creo que lo utilizaré cuando alguna persona me confiese su miedo a volar. Le contaré que esas formas compactas que vemos desde el suelo nada tienen que ver con esos etéreos halos que hallamos cuando estamos entre ellas y no sólo eso: le diré que, por muy nublado que esté nuestro día terrestre, el sol siempre aparece por encima de las nubes.

Motivada por esta relectura, aquí os traigo algunas nubes (las dos primeras desde tierra, la otra en pleno vuelo...)


Vista desde el Cabo Vidio (Asturias, norte de España)

Esta especie de oso se apareció ante mis ojos en Varadero (Cuba)

Esta 'mousse' de nata o espuma de afeitar
(como dice De Botton en su libro)
fue fotografiada desde la ventanilla de un avión de LAN Chile,
mientras sobrevolábamos los Andes
(en dirección de Buenos Aires a Santiago)

viernes, 5 de diciembre de 2008

El esfuerzo vs las ganas

En una gran ciudad como Madrid (no digo que sea la única, es el ejemplo que tengo más cercano y me consta que igual sucede en muchas otras del mundo), suele ser complicado encontrar un tiempo para las relaciones personales, para lo que se da en llamar "cuidar a las amistades". Salvo que forme parte de una rutina (trabajo, cursos varios, encuentros, etc...), puede darse el caso de que a determinad@s amig@s no los veamos durante meses. Incluso a l@s más querid@s.

El otro día comía con dos amigas y manteníamos esta misma conversación. Ellas, por si lo dicho anteriormente fuese poco, viven en las afueras de Madrid, en dos pueblos diferentes, uno al norte, el otro al oeste, lo que complica más si cabe las comunicaciones (ya se sabe, el horario de los transportes, el tiempo que se tarda, etc...)

A mí me dio por pensar que cada vez que ponemos excusas de ese tipo (yo también lo he hecho, que conste que tiro la primera piedra contra mí misma), estamos anteponiendo el esfuerzo a las ganas, es decir, los pasos que debemos dar a la necesidad que tenemos de ver a esa persona. Quizá habría que cuestionarse eso (insisto: me lo digo también a mí misma) cada vez que le decimos a una persona a la que queremos frases como "no puedo quedar", "tengo mucho lío", "tengo obligaciones" o "estoy muy cansad@". ¿Quién nos impide hacer realmente lo que queremos hacer? ¿O es que no queremos hacerlo realmente?

Reflexiones de viernes...

Yo, por las dudas, he pensado en una amiga a la que hacía un par de meses que no veía y he quedado esta tarde con ella. ¿Qué tal si nos tomamos cada día un pequeño gran esfuerzo como éste? Siempre andamos diciendo "si fuera el último día en el mundo, haría tal cosa". Pero ¿y cómo sabemos cuál es ese último día?

¡¡¡A querer, a quererse!!!

jueves, 4 de diciembre de 2008

Los adioses


"Se fue la murga callan los tambores.
Se fue y el barrio quedó más triste.
Se fue llevando junto a sus rumores
la voz de lata del Carnaval"
(Homero Manzi, "Se va la murga")

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Hoy Marito dice...

"si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos"
("Te quiero", Mario Benedetti)

domingo, 30 de noviembre de 2008

El tiempo está después...

De mi primer viaje a Uruguay (octubre de 2004) guardo millones de tesoros, tanto físicos como intangibles. Hoy sólo hablaré de uno de ellos, el disco "Viveza", de Fernando Cabrera. Entre la música que mi amiga Selva eligió grabarme, estaba la de ese hombre que yo no había escuchado más que por la voz de Ana, otra amiga de la familia que vive enamorada de él. A diferencia del "Contraseña", de Jaime Roos, del que me enganché rápidamente, reconozco que con Cabrera no pude... Ni siquiera le di tiempo a que me convenciera con sus letras; aquella voz tan peculiar no me atrapaba. Creo que, en realidad, no era el tiempo de escucharlo...

Ahora sé que mi relación con Cabrera está íntimamente ligada a mi amor por Montevideo y a mis vivencias en sus rincones. Aunque tanto en 2004 como en 2005 estuve en algunos de sus momentos históricos por sus calles, no fue hasta diciembre de 2006 cuando CONOCÍ a la dama de gris (le hago propaganda, Gato). Con una excelente guía como mi amiga Daniela y con algún brindis noctámbulo con otras manos masculinas y zurdas en la Ciudad Vieja, la capital del paisito pasó a serlo también de mi alma. Y confieso que, cuando Dani me dijo que amaba a Cabrera, pensé que algo raro había en mí, pues ya era mucha gente linda a la que conocía y a la que le gustaba este cantante. Quizá debía darle otra oportunidad...

En 2007 recibí la visita en la 'orange house' de mi amigo Julián, un entrerriano que vive en Buenos Aires y músico loco que adora Uruguay. Cuando llegó a casa se puso a buscar en mi discoteca y halló "Viveza". Me contó que adoraba a Cabrera y no entendía cómo a mí no me provocaba lo mismo. A esa altura del partido, yo tampoco y, de repente, un día de aquella estadía suya en mi casa me di cuenta de que aquella canción que sonaba (creo que era "Lisa se casó") me gustaba y desde ese día no pude dejar de escucharlo...

Hoy, 30 de noviembre, hace un año que vi por primera vez a Fernando Cabrera en vivo. Ése fue el detalle definitivo que me hizo amarlo. Fue en la Sala Zitarrosa de Montevideo. Desde el principio de aquel recital tan intimista, al que Daniela (sabiamente, como siempre) no quiso acudir pues prefirió que yo lo disfrutase en otra compañía, sentí ese placer doloroso o ese dolor placentero (no sabría bien) que provocan sus letras, esa forma de tocar directamente cada una de nuestras fibras sensibles, ese 'enroscamiento' del alma que me hizo salir del concierto cual caracola, metida para dentro. Por si eso fuera poco, aquella mano que me acompañaba, la del compañero de brindis con tannat, se extendió hacia mí cuando, en los bises, sonó "El tiempo está después"...

"Si vives en un sueño del pasado, no disfrutas de lo que sucede en el momento presente, porque siempre deseas que sea distinto. No hay tiempo para que te pierdas a nada ni a nadie porque estás vivo. No disfrutar de lo que sucede ahora mismo es vivir en el pasado, es vivir sólo a medias", dice Miguel Ruiz en "Los Cuatro Acuerdos. Un libro de sabiduría tolteca". Hoy, 30 de noviembre de 2008, esa mano no es más que protagonista de una fotografía y yo disfruto, en Madrid, de los discos de Cabrera...

viernes, 28 de noviembre de 2008

El amor en el tiempo

En estos últimos días tuve la oportunidad de leer un interesantísimo libro, "Lazos de amor", de Brian Weiss, autor de otros grandes éxitos como "Muchas vidas, muchos maestros" y "A través del tiempo". A través de sus terapias de regresión (que le han hecho mundialmente famoso), Weiss descubre que dos de sus pacientes son almas gemelas que han coincidido en diferentes vidas y que en ésta aún no se han encontrado. Naturalmente, el doctor está atado por su secreto profesional y no puede hablar a Elizabeth de Pedro ni a él de ella, por lo que su intervención en el caso debe limitarse a lo 'casual'. No os desvelo más porque si os interesa la temática, éste es un magnífico libro, muy fácil de leer porque está muy bien escrito.


Más allá de lo puramente literal y de esas definiciones que el autor hace de la materia que mueve el mundo, o sea el AMOR ("amar no es una elección, es una necesidad"), a mí lo que me ha provocado esta lectura ha sido la curiosidad por saber qué caminos recorrí antes de éste o cuáles visitaré después, con cuántas personas de mi entorno actual ya estuve antes, cuántas fueron mis amores o con cuántas luché. Es decir, no me considero una persona religiosa (mucho menos de esa religión que me inculcaron desde chiquitita por una Iglesia en la que, desde luego, no creo) y no sé si todo lo que dice el libro es cierto, pero sí pienso que existen energías o energías que conectan a las personas y que nuestra mente es una increíble máquina que conocemos en una mínima parte.


Ejemplos cercanos me han hecho ver que ciertas personas están/estamos más predispuestas a ciertos fenómenos, como la telepatía o el espiritismo. Llegar a un lugar y saber que hemos estado ahí antes a pesar de que fuese la primera vez; presentir algún mal acontecimiento; soñar con la casa en la que vivirás años después; pensar en una persona y que de repente se haga presente en tu vida; tener un 'deja vu' y que en realidad sea un recuerdo de algo ya vivido... No es la frivolidad de la 'ouija' en películas de terror para adolescentes, sino cosas bastante más serias. Tengo la certeza, por ejemplo, de que en algún otro momento yo pertenecí a otros lugares del mundo...

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Días extraños

Me gustaría ser Angela Bassett y que me sacases de un coche a toda prisa para besarme apasionadamente bajo una lluvia de confetti multicolor mientras Lori Carsson canta "Fall in the light", como en la escena final de "Días extraños".

Cuando vi a Ralph Fiennes en la pantalla y advertí lo mucho que se parecía a ti, que estabas en la butaca contigua, me enamoré de él. Ya sé que lo habitual con las estrellas de cine es lo contrario, es decir, nos fijamos en alguien corriente porque nos recuerda a tal o cual artista que nos gusta, pero ¿desde cuándo yo hago las cosas que se suponen normales?

En la película, ella vive eternamente preocupada por su amigo, que está enamorado (obsesionado es más correcto) de una mujer que le hace mucho mal. Mace le saca de todos sus problemas ocultando siempre lo que siente por él, pero un día, harta de que Lenny se hunda siempre en el fango de Faith, decide poner cierta distancia y cuidarse porque ya está bien de sufrir. Y, después de muchos avatares del guión, él se da cuenta de quién es la persona que siempre ha velado por su cuidado y descubre al amor de su vida.

A mí todavía me falta el capítulo final...

(Aldebarán, 20/11/2008)
(Nos pidieron
un deseo oculto para el taller
y salió esto...)

lunes, 17 de noviembre de 2008

Fuma y súbete al escenario...

Ayer volví a ver el espectáculo sobre Boris Vian que representa Andy Chango en el madrileño Teatro Alfil. Este peculiar cantante argentino (el calificativo lo aplico por comentarios ajenos, pues yo no lo había escuchado antes de esta aventura suya con el polifacético artista francés) ha grabado un excelente disco con música de Vian (conocido por su labor como escritor -El Lobo Hombre, La Hierba Roja, Escupiré sobre vuestras tumbas-, pero también crítico de jazz, trompetista, ingeniero, etc...) y con letras adaptadas al español (respetando el humor satírico del amigo Boris) por el grande Javier Krahe.

Y digo volví a ver, porque hace más de un mes, antes de irme de vacaciones, asistí a la presentación de este espectáculo en la Casa de América. Además de volar literalmente con el ambiente creado (más que plausible el trabajo de Federico Lechner no sólo como pianista sino con los arreglos y la dirección musical), tuvimos la suerte de disfrutar con la guitarra de Ariel Rot (uno de los artistas invitados en la grabación del CD, como Andrés Calamaro, como Antonio Serrano, como Jerry González).

Lo que vimos ayer en el Teatro Alfil, ya diseñado como espectáculo -y no como presentación para 'amig@s' en la Casa de América, sin desmerecer por supuesto-, fue una especie de número de cabaret, sin duda el mejor ambiente para disfrutar del jazz (y sus múltiples variantes, porque en realidad hubo incluso tango), con un Andy Chango algo resfriado (por lo que subió al escenario con un termo lleno de una infusión caliente -o eso quiero pensar jajaja-) pero absolutamente mimetizado con la figura de Boris Vian (algo en lo que él insistió durante el proceso de creación de este trabajo, tanto que incluso se fue a París a conocer sus rincones, a leer partituras originales, a saber todo lo que pudiera y más de su vida y obra), pidiendo disculpas por la escasez de presupuesto para una parafernalia que no necesita el espectáculo (y supliéndola con pompas de jabón y confetti lanzado por él) y con el cigarrillo siempre encendido entre esos interminables dedos que tiene.

Lo que me rompió totalmente los esquemas fue cuando, al poco de comenzar el show agradeciendo a la gente su asistencia ¡¡¡un domingo por la tarde a la seis!!! (el énfasis lo pone él, no yo), dijo que, a modo de local o de bar o de cabaret, había habilitado un espacio para las personas fumadoras: dos sillones y una mesita con cenicero sobre el escenario para quienes, quitándose esa primera vergüenza de lanzarse, necesitasen fumar. Más allá de que yo no fume y de que me parezca más saludable que la gente no lo haga, la idea me pareció tan rompedora que no pude más que aplaudir su genio. Se creó un ambiente tan cercano que cuando alguien subía, el tipo le dirigía un "hola" y le ofrecía fuego por si no tenía.

Me pareció muy curioso pensar que, en época de persecución a las personas que fuman, éstas tuviesen un privilegio: tener una visión totalmente diferente de los músicos y estar tan cerca de ellos al subir al escenario. Reconozco que sentí tanta envidia que por unos minutos me entraron unas ganas tremendas de agarrar un cigarrillo...

martes, 11 de noviembre de 2008

Escribir como respirar

El otro día, mi amigo Juampe contó en su blog algo sobre los criterios para convertirse en un escritor no sé si de renombre pero sí de ventas masivas. Él, que ya ha publicado varias novelas (sí, sí, yo voy presumiendo de tod@s mis amig@s que publican o cantan o dirigen revistas o simplemente disfrutan de la VIDA), se quejaba amargamente de que el hecho de no cumplir con esas normas básicas que rigen el mercado implican quedarse al margen.
Eso me hizo reflexionar (y así le respondí en ese mismo espacio) sobre el motor de la escritura. Creo que, más allá del puntito de ego que tod@s podamos tener, escribir es algo tan necesario como respirar. Aunque no me creo en posesión de la verdad absoluta, así que trataré de ceñirme a mi experiencia personal. PARA MÍ ESCRIBIR ES TAN NECESARIO COMO RESPIRAR. Dondequiera que vaya, me acompaña un cuaderno o simplemente una hoja para garabatear líneas, con o sin sentido, formando o no una historia, inventada o autobiográfica, en las que vuelco mi alma. Hasta donde llegan mis recuerdos, siempre escribí (e incluso donde no llega mi cabeza, la desmemoria de la primera infancia, quedan los testimonios gráficos de libros pintarrajeados o puertas de armarios en donde fui dejando huella con lápiz).
En los viajes, el diario se convierte en un fiel compañero y aliado contra las soledades. Incluso si viajo acompañada, trato de sacar algún mínimo tiempo para reflejar cuanto veo y siento (en estas dos fotos recientes, camino a Tigre-Argentina la primera y a Valizas-Uruguay la segunda, puede comprobarse).

Tengo la suerte de que mi trabajo tiene que ver con la escritura, aunque no sea tan creativo como me gustaría. Por ese motivo, busco otras vías de escape como este blog y, por supuesto, el taller literario al que acudo todas las semanas. En ese pequeño rinconcito de los jueves soy feliz. Y reconozco que este curso me lo estoy tomando bastante en serio y hago las tareas semanales (en lugar de ser la alumna díscola que siempre fui). Y aunque siempre escribo por pura inspiración, confieso que, al menos, le estoy dedicando los tiempitos que otra vez no hice. Quizá sea verdad eso de que las musas (o musos) deben encontrarte trabajando para completar el proceso...

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Cuando lo virtual se materializa...


Aquí traigo la confirmación de un encuentro prometido. Como me comprometí con Casandra a no usar su foto salvo retoque, pensé que era una buena cosa hacer que nuestra imagen quedase como oculta bajo los granos de las arenas rochenses. ¿Parece?

La barra montevideana (de izquierda a derecha: Casandra, Fiorella, Lu) me recibió en la CASA de CASS, a pesar de mis apuros para el encuentro, pues yo andaba de despedida en despedida. Lamentablemente sólo faltó Anónima Vene, a quien no pude conocer en Buenos Aires por idénticos problemas de agenda (que lo parió, cuánt@s amig@s jajaja). Quien sí asistió, aunque telefónicamente, fue Guidaí.

Intenso encuentro. No puedo decir más...

En el aire, la sombra gatuna del hombre que nos unió a todas. El día acordado para el encuentro real de estas amigas virtuales coincidía (¿coincidía?) con el momento en que, un año antes, yo le dejé mi primera firma. A partir de ahí todo lo demás...

Don Pascual y charla ágil en el poco (¿poco?) tiempo que tuvimos. El cántico de "¡Qué viva España!" me acompañó al cruzar ese portal de Pocitos y al tomar el taxi camino a Ciudad Vieja, donde debía reunirme con el resto de mi clan para más despedidas. Una bandera uruguaya sobre las sillas me dio la bienvenida a la casa de los colores. Retazos de un momento de emoción más allá de las fronteras, de encuentro más allá de los espacios y los tiempos. E insisto: el gato paseándose por allí y ronroneando entre todas nosotras.

¡¡¡Va por usté!!! 

Para la barra, toda mi gratitud por el encuentro a pesar de mis premuras...

domingo, 2 de noviembre de 2008

Vacaciones (V, capítulo final)

Escribo esto ya desde la 'orange house', horas después de que mi cuerpo (no mi alma) aterrice en Madrid. Fueron tres semanas de indescriptibles paisajes exteriores pero sobre todo interiores. Sigo confirmando que viajar es una de las mejores formas de aprender sobre un@ mism@ y sigo apostando a los sentimientos más allá de las fronteras. A la espera de que me salgan más palabritas, mando muchos besos a quienes siguieron esta nueva singladura, a quienes pude abrazar en vivo y a quienes me quedé con ganas de hacerlo, a quienes leyeron y se sintieron cerquita cerquita a pesar de las distancias o simplemente a quienes pasaron por aquí...

miércoles, 29 de octubre de 2008

Vacaciones (IV)

1. Días de disfrute en la costa de Rocha.
2. Encuentro maravilloso con las amigas de Montevideo.
3. Sol y mate en la rambla.
4. Patricia y Don Pascual a pleno.
5. La nueva barra montevideana (gato, va por vos).
6. El regreso a Ciudad Vieja, a mis antiguas calles.
7. El Mercado del Puerto y el Museo del Carnaval.
8. TANTA, PERO TANTA BELLEZA...
Seguimos en Uruguay... Seguiremos informando

miércoles, 22 de octubre de 2008

Vacaciones (III)

Mi prima Pili hizo desde lejos un conjuro para que saliera el sol. Y aquí está. Con sus mejores galas para que crucemos al paisito. Ayer dijo mi hermana que soy como una flor y que sonrío mucho cada vez que sale el sol. Pues sí. Hoy he vuelto a florecer. Una sonrisa gigante adorna mi cara... Se arremolinan los sentimientos, tanto encuentro, tanta vida y hoy sí, TANTO SOL...
Besos desde este lado del mundo para quienes estáis a este lado y al otro

martes, 21 de octubre de 2008

Vacaciones (II)

Si hubiera escrito ayer, habría dicho que un radiante sol caía sobre nosotras, de tal forma que hasta quemaditas salimos del Jardín Japonés, pero hoy... Hoy vuelve a llover (con tormenta incluída) sobre Buenos Aires. Quizá sea la despedida, quizá esta gran urbe no quiere que nos vayamos a visitar a la otra, a la vecina, a la querida, a la deseada Montevideo. Pensemos eso, porque si no, tendríamos que dedicarnos a escuchar tango y a beber como descosidas porque este tiempo anima a todo menos a salir a la calle...
Es muy gracioso pensar que el primer gran sol de estas vacaciones lo vimos justo frente al glaciar Perito Moreno, bien al sur. Ahora queda soñar con que otros soles nos alumbrarán "al otro lado del río".
A quienes habéis escrito estos días, siento no contestar nada (Vene, leí tu mail pero ando a las carreras tratando de ver a mucha gente, intento igual llamarte, sorry), pero mi blog es tan gracioso que sé que mi entrada quedó publicada por vuestros comentarios (que me llegan por correo) porque ¡¡¡no puedo verla en pantalla!!!
GRACIAS POR SEGUIRNOS EN LA AVENTURA DEL SUR...

lunes, 13 de octubre de 2008

Vacaciones (I)

Miro por la ventana desde un living de Buenos Aires, sopla aire y hay algunas gotas de lluvia. En el equipo de música suena la voz de Queyi, mientras Selva habla por teléfono y Prado recoge los bártulos que dejamos destartalados por la casa. Las vacaciones comenzaron con fiestas varias, asados, charlas interminables, risas y sonrisas... Y anoche en pleno corazón de San Telmo, la plaza Dorrego, los tambores de candombe anunciaban nuestra llegada mientras en la otra esquina varias parejas bailaban tango bajo bombillitas de colores...
Estado de situación: vacacional...

viernes, 10 de octubre de 2008

Vuelvo al sur...

En las horas previas a un viaje, se arremolinan las cosas que hay que guardar y las que ya se llevan dentro. Aunque se recorra el mismo itinerario, jamás es el mismo viaje. De eso se trata, de seguir creciendo en el camino. Falta poquito para tomar un vuelo (ooooooootra vez) al SUR del sur. No sé si pasaré por aquí en los próximos días o no retomaré las letras (virtuales, las físicas sí, las llevo siempre en mi diario de viaje) hasta el 2 de noviembre. Os invito a que paséis por este rinconcito, pero no os prometo nada. Mientras tanto, gracias a quienes habéis alentado este blog desde su apertura y a quienes habéis ido acompañando el camino. 

¡¡¡Hasta el próximo asado!!!

lunes, 29 de septiembre de 2008

Luz en la noche desértica

  • Interrumpimos la emisión de este programa, cuando son algo más de las cuatro y cuarto de la madrugada, para dar paso a nuestra compañera Lourdes Martín, de los servicios informativos. Adelante, Lourdes…
  • Hola, buenas noches. Acabamos de conocer la noticia que llevábamos varios días esperando, el estallido de la guerra en Irak. Según adelanta un boletín de la Agencia EFE, fechado en Washington, el presidente estadounidense George Bush ha anunciado, con un discurso desde la Casa Blanca, que han comenzado hace unos minutos los ataques selectivos a objetivos militares. Según el mismo teletipo, el mandatario norteamericano “afirmó que ésta es la primera fase de una amplia campaña militar destinada a acabar con el régimen iraquí del presidente Sadam Husein”. La redacción de nuestros servicios informativos, nuestra corresponsal en Washington y los enviados especiales a Bagdad ya están trabajando para traerles lo antes posible la ampliación de esta, como decíamos, terrible pero esperada noticia…
  • Gracias, Lourdes, por traernos la más candente actualidad, aunque lo cierto es que hubiéramos preferido no tener que escuchar esa información. Como ya les ha adelantado mi compañera, en breve podremos tener más datos de este suceso que marcará el devenir de los próximos no ya días, sino quién sabe si meses… Por nuestra parte, terminaremos el especial que habíamos dedicado a las bandas sonoras de Michael Nyman y a las cuatro y media cortaremos para dar paso a los servicios informativos, ya ininterrumpidamente hasta las siete, cuando arranque “Buenos Días”…

Lourdes salió del estudio de radio casi con lágrimas en los ojos, pero especialmente cabreada por la impotencia que le provocaba aquella situación. Ella y Martín, como millones de personas en España, habían protestado en las calles y se habían manifestado en contra de la posibilidad de que el gobierno de su país se involucrase en ese conflicto, dando su apoyo a Bush.

A pesar de que la noticia exigía un esfuerzo supremo por parte de la redacción de informativos de la emisora, sus jefes le permitieron salir a su hora para que fuera a descansar un rato antes de iniciar la dura jornada del “día después”, así que recogió el bolso y los papeles que había dejado encima de la mesa y se fue a casa.

En la retina aún tenía frescos los fogonazos que, en la madrugada iraquí, equivalían a bombas y que, como si de una película de ciencia ficción se tratase, eran emitidos por las televisiones locales, así que cuando cerró la puerta tras de sí no fue capaz de entornar los ojos inmediatamente. Se fue a la cocina, preparó un colacao y encendió la radio para seguir martilleando su cabeza con lo que sus compañeros iban actualizando. Y, en medio de toda esa rabia acumulada, cayó en la cuenta de que en Buenos Aires todavía era medianoche y pensó que seguramente Martín estaría aún despierto.

Desde que su chico se fue para cumplir con el encargo de la empresa de poner en marcha allí una nueva delegación comercial, hacía ya dos semanas de eso, trataban de conectarse a internet todos los días para enviarse, al menos, un mensaje aunque fuese de buenas noches. Pero esa madrugada, Lourdes estaba tan rabiosa por todo lo ocurrido que pensó que lo único que salvaría al mundo de monstruos como Bush o el propio Husein –porque ella tampoco creía que Sadam fuera ningún santo- sería apostar al amor y quiso escribirle una carta, algo más larga de lo habitual, al hombre al que tanto quería y al que ahora tenía tan lejos, justo en una noche en que necesitaba esos “dos o tres segundos de ternura” a los que siempre cantaba Aute en los conciertos que habían compartido. Así que se conectó y las palabras fueron saliendo a borbotones como la sangre que mana de la herida…

“Mi querido Martín:

Hoy quiero escribirte una carta de amor. Hoy quiero convertir las palabras en lazos intangibles que anuden (aún más, si esto es posible) nuestros corazones. Hoy quiero creer que los sentimientos anidan en nuestras almas y que las quimeras son alcanzables. Hoy quiero dedicarte mis mejores líneas, las más puras, las menos contaminadas, los versos más exquisitos para tocarte con la yema de mis dedos lo más hondo del alma.

Hoy quiero escribir esta carta al amor más puro, al amor con mayúsculas porque quiero reivindicar su existencia y su disfrute. Y porque si algunas personas lo conocieran seguro que no pensarían en bombardear pueblos ajenos ni defender ideas o intereses propios en contra de vidas humanas, sean culpables o inocentes.

La luna llena ilumina el aire y tu ausencia se me antoja insoportable.

Hoy quiero apelar a esa sonrisa que dibujo cuando no te tengo delante y recuerdo anécdotas; a esos impulsos que siento de vez en cuando de pararme en medio de la calle para gritar tu nombre; a tus cálidas palabras y a la delicadeza de tus preguntas cuando temes interrogarme, para seguir creyendo que el ser humano tiene alma.

Hoy quiero recordar todos los abrazos de los malos momentos y las carcajadas de los instantes felices.

Hoy quiero plasmar el brillo de tus ojos en este papel mate porque necesito fingir un mundo coloreado y reluciente.

Presento como pruebas para ganar este juicio todos los mensajes cariñosos que siempre nos enviamos y todas las lágrimas de felicidad que derramamos al unísono por envolvernos con una melodía o escuchar una frase impactante de labios del otro.

Hoy quiero escribirte esta carta porque eres mi ser favorito, porque eres a quien más quiero, tanto que sólo tu felicidad puede ser la mía, tanto que me enamoro de las cosas que tú amas.

La tristeza ante lo ya sabido, la impotencia ante lo ya conocido me abruma. Saber que es inútil cualquier esfuerzo, cualquier grito… Hoy necesito escuchar tu potente voz en mis oídos para convertir el eco de las bombas en olvidadiza pesadilla. Quisiera transformar todo este coraje, todo este odio, toda esta rabia en algo positivo. ¿Dónde están los buenos propósitos?

Quiero confiar en que los sueños están ahí para alcanzarlos, que son metas por las que hay que continuar en el camino, no luchar ni pelear. Son dos verbos que hoy no quiero utilizar.

Hoy me quiero manifestar con pancartas de amor hacia ti, lavar todas las sábanas que encuentre y llenarlas de eslóganes románticos. Quiero que toda esta gente que hay por ahí fuera sepa que te amo.

Ojalá estuviésemos viendo una película y las lucecitas verdes de la noche desértica se apagasen para que apareciese el fin en pantalla. Pero lamentablemente la sangre que brota de todas estas heridas no será pintura y los muertos no resucitarán para almorzar en el set de dirección.

Ésta no es una carta de salvación, de conciencia de que sobrevolamos las ruinas de la civilización y las miserias de la humanidad, sino una certificación de que nos queremos y de que por ese amor vale la pena vivir y de que, aunque se pueda pensar que la vida es asquerosa y sin sentido, de repente una luz como la tuya y un amor como el nuestro sirven para rescatarnos del hondo pozo de un día como hoy. Habrá gente que no lo sepa jamás…

Ojalá todo fuera tan sencillo como en la serie ‘Embrujadas’. Bastaría con mover las manos y hacer conjuros y cocinar pócimas para acabar con demonios como los que nos dirigen. Es muy triste saber que estamos dominados por ellos…

En esta triste noche, sólo puedo decirte que te amo más que nunca… El beso más cálido en la noche más fría… Luli”

Después de vaciar su corazón de aquella forma tan rotunda, se fue a dormir no sin antes besar la foto de la mesilla, ésa en la que Martín y ella se abrazaban a la sombra del Partenón mientras se carcajeaban por salir corriendo tras preparar el disparador automático de la Canon. Se dio cuenta de que necesitaba su abrazo esta noche, pero al tiempo pensó que él, al menos, lo sentiría cuando abriera el correo de madrugada o a la mañana siguiente, cuando ya la noticia fuera ‘vox populi’ y no sólo el avance para las ‘aves nocturnas’.

(Aldebarán, 29/05/07)

.......

(Este cuento, como otros publicados aquí, los escribí en el entorno de "El Invernadero", ese mágico lugar donde crecen relatos como plantitas, con calorcito y mucho amor. El próximo jueves arranca su nueva andadura...)

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Marito dice hoy...

"quién hubiera previsto aquella tarde
que el amor ese célebre informal
se dedicara a ellos tan formales"
(Mario Benedetti, "Los formales y el frío")

Tengo un calendario en la mesa sobre la que escribo. Cada día Mario Benedetti me regala unos versos que, a veces, coinciden con mi vida...

martes, 23 de septiembre de 2008

La distancia se salva...

En el exterior del imponente monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), aparece esta inscripción. Tanto las leguas como las varas eran medidas en la época de Felipe II, el rey que ordenó la construcción de este Real Sitio. Hoy no quiero hablar de Historia ni de Arte, sino de distancias. La traducción de esas 6 1/2 leguas y 1.191 varas equivaldría a los 37,10 kilómetros actuales. Pero, según la guía de carreteras, hay 48 ó 56 desde la capital, según se elija una ruta u otra diferente.

A veces ocurre eso: hay que recorrer más distancia aunque los puntos no varíen su posición inicial. No siempre la línea recta es la mejor. Está claro que, a veces, aunque las avenidas principales estén muy alumbradas y llenas de escaparates atractivos, es mejor perderse por los callejones oscuros y dejarse guiar por los músicos lánguidos que interpretan sus melodías en algún rincón empedrado...

Para concluir con esta pequeña disertación sobre las distancias, aquí va uno de esos carteles que parecen demostrar la anterior teoría. En Andalucía, en el sur de España, encontré hace poquito la siguiente indicación: Barcelona, según parece, queda cerquita... En realidad hay casi 1.000 kilómetros desde este punto de la costa entre Málaga y Granada hasta llegar a la Ciudad Condal. No sé si este cartel pretende animar a quien conduce o simplemente recordarle que, kilómetro arriba o abajo, se llega... Ahí os dejo la reflexión...

viernes, 19 de septiembre de 2008

Espiando el sueño ajeno

"Por la mirada se siente frío,
se sabe
cuándo pasar o doblar la apuesta,
cuándo correr y abrazar,
y cuando cantar te quiero..."
(Jaime Roos, "Por la mirada")

jueves, 18 de septiembre de 2008

El ombligo del mundo

"Te Pito Te Henua" es el "ombligo del mundo" para la antigua población de Rapa Nui (Isla de Pascua). Para quienes viajamos desde cualquier rincón del orbe con la intención de conocer ese lugar tan incógnito y que provoca tantas inquietudes, esta roca es un punto obligado de visita. Los guías suelen hacer dos pruebas infalibles que prueban la 'magia' de esta piedra redonda: colocan una brújula sobre ella para que la aguja se vuelva loca (comienza a girar y no apunta a ningún lado) y dejan el coche en punto muerto en una cuneta para que ascienda solo marcha atrás. La explicación de todo esto es puramente 'física': la piedra está imantada.


Justo seis años de esta visita que relato, estuve en otro "ombligo del mundo", el de Delfos, en Grecia. Según la mitología, Zeus ordenó que dos águilas salieran de cada extremo del mundo y el lugar donde se encontraron y dejaron caer (literalmente) un huevo (señalado con una roca) fue ése. Allí creó el santuario, después consagrado a Apolo, que se convertiría en destino de peregrinación para quienes querían consultar el oráculo de los dioses a través de la sacerdotisa (o pitonisa).


Seguro que existen otros lugares en el planeta que simbolicen lo mismo (sé que si algún día conozco Macchu Picchu sentiré lo mismo, tenga o no ese significado, porque, por encima de cuestiones lógicas, sigo guiándome por la magia en este tipo de cuestiones). Pero resulta muy curiosa esa necesidad del ser humano por situar (geográficamente) el centro del mundo, ese punto que sirve para la fundación, para el origen y crecimiento de un pueblo o de una civilización.


El peligro llega cuando, a veces, ese mismo ser humano se cree el ombligo del mundo y olvida todo lo demás...

sábado, 13 de septiembre de 2008

El Gato Utópico en las calles de Amelie (y III)

Hace un año conocí este rinconcito de la Ciudad Vieja, el Café Brasilero. Me viene bien la efeméride para seguir hablando del encuentro El Gato Utópico-Amelie en las calles de Madrid. El blog de Gabriel ha sido, desde su creación, lugar de encuentro para mucha gente, hasta el punto de que ha llegado a motivar quedadas reales, como la que protagonizamos el pasado fin de semana, pero sobre todo como la que vivieron Casandra, Fiorella y Lucía en este pequeño café montevideano hace algo más de tiempo.

Cuando Gabriel me escribió comentándome que viajaría a Madrid porque un amigo músico actuaba aquí y que quería aprovechar la ocasión para que nos conociéramos, me pareció lo más normal del mundo. Lo que quedaba fuera del guión previsto era todo lo que vendría a continuación...

Cuando más felices estábamos con nuestro paseo por las calles de Lavapiés y La Latina, tomando mate con Carol y charlando de cualquier cosa de la vida, recibí una triste llamada que me comunicaba el fallecimiento de un familiar cercano. Y este hombre, al que no hacía ni 24 horas que conocía (aunque los límites del conocimiento y desconocimiento se diluyen muchas veces en la red), se ofreció para hacer 800 kilómetros en coche (400 ida y otros tantos de vuelta) para cumplir con el luctuoso compromiso que debía llevarnos a mi familia y a mí a Badajoz. Finalmente logré convencerlo para dejar ese viaje en 'sólo' 160, los 80 de ida y vuelta que separan Madrid de Sotillo de la Adrada (mi pueblo natal), donde mamá y papá debían cortar urgentemente sus vacaciones para preparar una apresurada y lacrimógena maleta.

No pude mostrarle, como a mí me hubiera gustado, el "Guernica" de Picasso o el tradicional Rastro, pero me queda la tranquilidad de que él sí pudo disfrutarlos después de ese agitado viaje nocturno. También me alivia pensar que Gabriel no era un turista solitario por Madrid, sino que ya tenía a Carol para guiarle por las céntricas calles (o para tomar una 'birra' en su 'curro'). El encuentro fue extraño y dejó el sabor agridulce de una despedida imprevista, pero supuso la confirmación de que la vida está llena de magia y de que, como bien dice este amigo utópico, "al final venceremos".


¡¡¡GRACIAS, AMIGO!!!

viernes, 12 de septiembre de 2008

El Gato Utópico en las calles de Amelie (II)

Llegué al blog de Gabriel Tuya hace algo más de un año, por una de 'casualidades' que siempre te hacen llegar a algún rincón interesante, buscando cosas de Líber Falco, pero nunca le dejé ningún comentario (imagino que era una época en la que disfrutaba bastante menos con esto de las visitas virtuales). Más adelante, el fotógrafo Iván Franco -el gran amigo que me 'presentó' a este poeta uruguayo- me escribió contándome la nueva de que había encontrado un blog en el que se hablaba de Líber y diciéndome que iba a ponerse en contacto con el tipo. ¡¡¡Era El Gato Utópico!!! ¿Casualidad?
Un año después, por obra y gracia de uno de esos círculos que hacen que la vida sea algo interesante, El Gato Utópico tuvo frente a sus ojos (reales) las imágenes que presiden el rinconcito naranja (real) donde Amelie escribe gran parte de sus textos: dos espléndidas fotografías en blanco y negro (regalo de Iván) y un grabado con el "Fuera locura, pero hoy lo haría", del amigo Líber.
Continuará...

miércoles, 10 de septiembre de 2008

El Gato Utópico en las calles de Amelie (I)

Esta foto se tomó el pasado sábado, en pleno brindis por la vida (el relato de este momento llegará en otro ratito, hoy estoy tan lluviosa como el cielo y no doy para más...), y no podía faltar por este rinconcito. El 'valenciano' Gato Utópico se paseó por las calles de Madrid con Amelie. Gracias, Carol, por tu mirada cómplice y sobre todo, por tu abrazo post-llamada. Al amigo Gabriel, imposible decirle más: hay gestos para los que no hay palabras...

sábado, 6 de septiembre de 2008

Lo necesario

No confío en las casualidades. Creo más en la ironía del destino juguetón que se ríe de nosotros. Hoy, enésimo día que afronto la exhaustiva tarea de rellenar esta página alba con garabatos más o menos inteligibles, acudo al diccionario y permito al caprichoso azar que abra el libro por el apartado de la “N”.
No, no es casualidad que NECESER y NECESIDAD vayan de la mano en esta hoja. Sin intermediarios, sin barreras, sin obstáculos.
Esta casa encierra el latido de un corazón que, aunque pudiera parecer lo contrario por la soledad que me rodea, no es el mío. Hace poco tiempo descubrí que en mi cuarto habita un ser vivo y, desde luego, no soy yo.
Una noche de estío tomé un vuelo sin retorno hacia el resto de mi vida. Ignorante de la teoría del no-regreso (aquella que defiende que la persona que emigra nunca es idéntica a la vuelta), creí que los papeles que mi mano derecha estrangulaba, un pasaporte y un billete de avión, garantizaban el retorno.
Aunque ahora el espejo devuelve diariamente el rostro de aquella mujer que partió y la matutina infusión amarga continúa abrasando sus resecos labios, su corazón quedó anclado en otro mar y, en el supuesto retorno, un sucedáneo rojo ocupó su lugar.
Pese a su rubor, esta maleta se hace fuerte en el suelo de la habitación y, lejos de querer embarcarse en otro nuevo viaje, como alguien sugirió, encierra en sus férreas paredes la diáfana memoria de un pasado vagabundo.
El carrete de fotografías que gasté de principio a fin con mis compañeros de expedición, primeros planos, momentos dulces, bellos paisajes, risas interminables, sigue guardado en el sobre que me entregaron en la tienda tras su revelado.
Las imágenes empiezan a combarse, el papel ya está ajado por el tiempo y los colores desvaídos, pero no quieren salir de ahí. Cuando alguna vez he tratado de quitarles ese envoltorio para guardarlas en su álbum correspondiente, he sentido el escalofrío de quien entierra a alguien querido. Como si la tapa de cartón fuese una lápida infranqueable y mis pobres personajes quedasen sepultados tras ella.
Junto a las fotos, conservo las postales compradas y jamás enviadas, inequívoca referencia de la excepcionalidad de este viaje. Vistas de las playas, del centro de la ciudad, de sus monumentos más conocidos, de sus parajes más hermosos… Todos esos reversos siguen tan vírgenes como cuando cayeron en mis manos. Así continuarán…
Al levantar estos paisajes ficticios tropiezo con la cuenta del restaurante donde festejamos tu aniversario. No es que esta reliquia dineraria guarde un significado especial pero sí evoca aquella delirante escena, cuando a falta de velas para la tarta del postre, pedí al camarero un encendedor para prender ¡¡¡un palillo!!! Te hice soplar para pedir un deseo… Lamentablemente, no fui yo…
Sujeta a esta nota atesoro un incunable, tu único manuscrito: un plano de la ciudad con los trazos de tu dibujo y la cálida dedicatoria de quien cumplió 36 años el día anterior y lo festejó con una extraña sorprendentemente cercana.
Sigo escarbando en los sesos de esta memoria roja que se resiste a la derrota que supondría su desalojo. Como “amantes okupas” permanecen anudados en su interior la tarjeta telefónica que compramos el primer día y la factura del hotel donde nos dijimos adiós.
Un bolígrafo azul asoma su punta entre los papeles. No sé dónde estará la tapa, pero sé que la tiene. Yo, al menos, la guardé. Éste es un nuevo habitante del neceser. A la vuelta de aquel viaje yo siempre manchaba las hojas con él, como una forma de mezclar tus huellas con las mías.
Mas su tinta se agotó. No sé si aquello tendría algún paralelismo con mi sangre…
Ahora esta pluma viaja en el interior de esta nave roja, como aquellos cuadernos que compartimos y que enterré para no extrañarte aún más.
Una etiqueta de Iberia adherida a una de las paredes del maletín me recuerda quién era yo antes de partir. Ahora ni lo sé…
Alguna vez me he armado de valor y he abierto el neceser para vaciarlo con las ganas de quien acomete una empresa importante. Pero una doble cremallera ejerce de celosa guardiana que vela ante ojos ajenos por la castidad de este tesoro: un montón de objetos almacenados que me hablan y me ruegan que vuelva a cerrar para no evaporarse, para no desvanecerse, para continuar en su embalsamamiento nostálgico.
No preciso joyas o riquezas para subsistir. Me bastan para ser feliz aquellas pequeñas cosas a las que cantaba Joan Manuel Serrat y por eso para mí lo imprescindible está guardado en esta maleta. Estoy convencida de que, igual que los nombres de las personas tienen relación con quienes son, así sucede con los objetos.
No, no es casualidad que este corazón rojo se llame NECESER, porque alberga todo aquello que es NECESARIO.
No, no es casualidad que NECESARIO desfile antes que NECESER en las páginas del diccionario y que después aparezca NECESIDAD, que significa carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida. Como tú.
No, no es casualidad que hoy se cumplan NUEVE meses desde que te conocí y, por tanto, parir esta historia sea LO NECESARIO.
(Aldebarán. Escrito en mayo de 2003)
.......
Este cuento surgió, como otros tantos,
del taller El Invernadero. Ojalá os guste...

jueves, 4 de septiembre de 2008

Montevideo es ELLA

Andrea es una querida amiga, a la que llegué a través de Daniela, que es una querida amiga a la que llegué a través de Carol, que es una querida amiga... Tres grandes mujeres. Nada mal este arranque para hablar sobre una ciudad, Montevideo, que, en mi opinión, es ELLA. La amiga Dumpiérrez (Andre) me visitó en marzo pasado y, en una de nuestras incontables charlas en los pocos (¿pocos?) días que pasó en la 'orange house', mantuvimos un hermoso debate sobre si Montevideo era masculina o femenina, es decir, si diríamos "el Montevideo" o "la Montevideo".

Y así, sin mucha elaboración previa, le dije a Andre que Montevideo es rambla receptora, es bahía abierta, es orilla mojada, que, en definitiva, Montevideo es mujer. Le puse como comparación Buenos Aires, su vida de espaldas al río y, más allá del tango, "Mi Buenos Aires querido" (con 'o'), su símbolo ¿cuál es? ¡¡¡El obelisco!!! Símbolo más fálico no hay...

En cambio, toda la gente uruguaya que he conocido fuera del paisito te dice que lo que más extraña de Montevideo es ¡¡¡La rambla!!! La ciudad vive paseando al borde de sus aguas (o bañándose en ellas) o le cuenta sus secretos mientras toma mate como esperando un abrazo maternal o simplemente respira para recibir una bocanada de aire fresco (o un beso en los labios). Para añadir algo más (de peso) a favor de mi argumento, incluiré aquí el comienzo de una carta abierta que Joan Manuel Serrat escribió, hace muuuuuuuuucho tiempo (septiembre 1999), a esa ciudad que -como yo- ama: "Querida (con 'a') Montevideo..."

Espero que este asunto os mueva alguna cosilla y os animéis al debate...

martes, 2 de septiembre de 2008

Por el mundo

"Por el mundo camino entre los rostros
buscando el tuyo,
entre sombras que no hace tu cuerpo,

entre besos que no ofreces,

bajo nubes que no te acompañan;

y cuando abro los ojos
al despertarme
es como si me hubiese caído de la tierra".
(Carilda Oliver Labra, "Por el mundo")

(En esta calle de Matanzas, Cuba, vive todavía esta poeta de versos tan sensuales, tan viscerales, tan de cada un@ de nosotr@s)

domingo, 31 de agosto de 2008

Pendiente de un hilo

Fui a buscar una aguja en un pajar...
Me quedé colgada del hilo...

miércoles, 27 de agosto de 2008

La (nueva) Capilla Sixtina

No sé quién tuvo la idea de llamar Nueva Roma a este barrio. Es lo más opuesto que alguien pueda imaginar a esa ciudad, otrora capital del imperio. Sus calles embarradas, sus pobres barracones y la miseria de sus gentes nada tienen que ver con un Coliseo, una Fontana di Trevi o una columnata en la plaza de San Pedro. Sin embargo, aquel flaco había sabido explotar el nombre de ese suburbio montevideano y el que sus padres le dieron en España, Miguel Ángel, para ponerle a su negocio “La Nueva Capilla Sixtina”. De boca en boca fue corriendo la noticia de que aquel taller de reparación de coches tenía unos frescos muy especiales y que mientras esperabas turno te sentías como en la gloria.


Miguel Ángel había vivido en Nueva Roma desde que tenía nueve años, cuando sus padres se trasladaron de Sevilla a Montevideo en busca de una vida mejor. Pero lejos del inevitable destino que imponía su artístico nombre, Miguel Ángel creció entre piezas mecánicas, grasa y suciedad, herencia del taller paterno.
“Lo de Luis” era el sencillo nombre que tenía aquel pequeño local y por el que era conocido en el vecindario, de donde no pasaba su clientela. No daba para mucho, pero al menos pudieron ir tirando.


Miguel Ángel debió asumir todas las tareas del taller y de la casa cuando sus padres decidieron volver a España para acabar allí sus días. Él había empezado a salir con Marta, una chica a la que conoció en una de sus escasas visitas a la Ciudad Vieja, y sentía que su lugar estaba ahí, en Nueva Roma. Pero, tras dos años de convivencia, Marta le abandonó. Se había enamorado de un compañero de laburo, le dijo, recogió sus cosas y se fue, dejándole en medio de una importante crisis en el negocio y, sobre todo, en una inmisericorde soledad.


Miguel Ángel cerró el taller durante varias semanas, en las que sólo se alimentaba con arroz –eterno compañero de desventuras- y tomando mate –porque siempre había yerba en casa-. Perdió varios kilos, se dejó crecer la barba y se abandonó por completo en el mantenimiento de la higiene. Sí, estaba deprimido. Ni siquiera era capaz de llorar. Nunca supo si aquello que sentía por Marta era o no amor, pero ahora extrañaba su presencia y, en plena soledad, suponía que con ella había vivido algo semejante a la felicidad.


Una tarde regresó del corto paseo que solía dar por el campito contiguo a la casa y, buscando una navaja para cortar unas cuerdas, encontró en un cajón una agenda de 20 años atrás. “¿Quién mierda guardaría esto aquí?”, se preguntó y, tras comprobar que era de su madre, comenzó a hojearla.
Descubrió que, en lugar del santoral al que su vieja era tan aficionada, aquella agenda incluía una frase diaria para mejorar el estado de ánimo. Y leyó la que correspondía a ese 15 de octubre: “La felicidad es como la neblina ligera: cuando estamos dentro de ella no la vemos” (Amado Nervo).
Se quedó meditando durante unos minutos. “Y encima el pelotudo se llamaba Amado, hay que joderse”, murmuró para sus adentros y, después de cabrearse consigo mismo y con el resto de la humanidad, agarró una brocha que tenía tirada en el suelo y decidió pintarla sobre la ennegrecida pared.
“Para que nunca la olvides, boludo”, se dijo a sí mismo pensando en la oportunidad perdida con Marta. Jamás pudo culparla a ella, siempre encontró una excusa para autoproclamarse responsable máximo de la ruptura. Y ahora esta frase venía a ser su sentencia, un algo así como “enterate de lo que tuviste y no supiste ver”.


Aquel siniestro lugar permaneció semiabandonado hasta que un día llegó Víctor, uno de sus clientes más fieles, que precisaba ayuda con la furgoneta. Miguel Ángel no tenía demasiadas ganas de atender al vecino, pero lo hizo por una cuestión de lealtad. Víctor, al verlo tan ruinoso, se preocupó por su estado y le ofreció una mano, pero Miguel Ángel le tranquilizó y dijo que todo pasaría. Aunque ni él mismo confiaba en eso.
María, la hija de Víctor, le acompañaba ese día al taller y decidió esperar en la salita que Miguel Ángel usaba como cocina y comedor. A pesar de la suciedad del lugar, se sentó en una de aquellas desvencijadas sillas de madera y comenzó a repasar los detalles. Al levantar la vista hacia la pared frontal, vio aquella frase de Amado Nervo que él, en pleno ataque de ira y tristeza, había copiado. Y se emocionó. Pensó que en aquel mísero lugar, había algo de belleza. Y se lo hizo saber.
Cuando Víctor y María se fueron, Miguel Ángel volvió a encerrarse en su salita y, en la soledad, empezaron a resonarle las palabras que había pronunciado la hija de su vecino. “¿Qué belleza puede haber en este mugriento lugar?”, se dijo.
Pero releyó la frase y se dio cuenta de que, al igual que cuando se está dentro de la felicidad no se es capaz de visualizarla, su tristeza era un nubarrón tan negro que le impedía ver toda la vida alrededor. Y se le ocurrió una idea para reflotar su existencia.


Rescató aquella agenda y advirtió que, aunque había algunas frases que a él le sonaban medio tontas (por cursis), había otras que, de verdad, le hacían sentir mejor. Así que a la mañana siguiente decidió acometer las obras en su cocina-comedor. Primero hizo una profunda limpieza, después pintó de blanco las paredes y, una vez secas, se dedicó a copiar las mejores frases de aquella agenda.
“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días” (Benjamín Franklin). Pensó que la anécdota con María había sido algo así, una pequeña gran cosa, así que esa frase estaría en la pared principal.
Y después de pintar en el muro contiguo que “felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace” (Jean Paul Sastre) y que “el hombre más feliz es el que hace la felicidad del mayor número de sus semejantes” (Diderot), encontró la que cerraría aquella especie de obra de arte que había montado en su salita. Le hizo reír tanto encontrarla, además, en el 14 de abril, fecha de su cumpleaños, que comprendió que todo aquello no era una casualidad. Sigmund Freud había escrito alguna vez que “existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota y la otra serlo” y ahora él se sentía tan identificado con aquello que elegía adornar una de sus paredes con esa sentencia.


Antes de reabrir el taller de mecánica, Miguel Ángel invitó una tarde a María para que viese qué le parecía todo aquello que ella había inspirado. Se sintió muy feliz al escuchar aquellas palabras de su vecino y, cuando entró en la sala, sintió un cosquilleo que le recordó a aquel otro que experimentó dos años atrás cuando fue a visitar a su prima Giulia a Roma y visitaron juntas el Vaticano. Con una lágrima asomando a sus ojos, le dijo: “ya que vivimos en Nueva Roma, esto bien podría ser la nueva Capilla Sixtina”.


Insisto en que no sé quién tuvo la idea de llamar Nueva Roma a este barrio, pero aquí sentada en la salita de Miguel Ángel mientras él termina de reparar nuestro coche, caigo en éxtasis leyendo estas frases sobre la felicidad y entiendo por qué lo bautizó “La Nueva Capilla Sixtina”.


(Aldebarán. Escrito el 6 de noviembre de 2007, corregido el 13 de noviembre de 2007)


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Hay un taller en Paso de la Arena (Montevideo) que tiene esas frases en las paredes y alguien que se dedicó a copiarlas a partir de una vieja agenda.

El resto es pura invención, pero ese lugar y lo que sentí en él daba para crear un cuento como éste. Espero que lo disfrutéis...

martes, 26 de agosto de 2008

Jamás firmaré un empate

La selección masculina de baloncesto de España estuvo a punto de dar la sorpresa el pasado domingo e imponerse a la de Estados Unidos en la final de los Juegos Olímpicos de Pekín. Los yanquis ya sabían que iban a llevarse la medalla de oro, pero nuestros chicos (para mí seguirán siendo siempre chicos, a muchos los vi empezar en el deporte de la canasta, mammmmma mía, cómo pasa el tiempo) salieron a la pista sin miedo a nada, luchando por ese sueño, aun sabiendo que sería poco menos que imposible.

Una de las cosas buenas que tiene el baloncesto es que no permite el empate, es decir, el partido siempre debe acabar con la victoria de un equipo y la derrota de otro. Aunque hay formas conservadoras de jugar, es imposible, como en el fútbol, apostarle a la igualada; siempre hay algo que arriesgar. Los chicos de Aíto García Reneses perdieron por 118-107, pero desde el principio del encuentro salieron a darlo todo, pensando en que, quizá, si había una posibilidad entre un millón había que luchar por ella.

"Ya no volveré a firmar mi rendición", cantaba hace ya 10 años Revólver en aquel concierto en el Parque de Atracciones. Aun a riesgo de pegarme el batacazo y de perder por goleada de 10-0 ó por una paliza de 140-70, sigo volando e intentando tocar el cielo. Sigo resistiéndome a pactar un empate. Quizá la medalla de oro alguna vez sea para mí...
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(La imagen corresponde a la costa occidental de Asturias vista desde el Cabo Vidio)

jueves, 21 de agosto de 2008

El cristal con que se miran las cosas

Hoy pensaba escribir sobre la tristeza que me provocó la jornada luctuosa de ayer, esas 153 personas muertas en el accidente de Barajas. Yo, que me he subido a tantos aviones, que he ido a tantos aeropuertos, que he dormido tantos sueños en el aire, me quedé petrificada al conocer la noticia y sobre todo al ver cómo iba subiendo la trágica cifra de familias afectadas por el dolor.

Y después de pasarme toda la tarde y toda la noche hablando sobre la importancia de vivir el presente y de mirar sólo hacia adelante, tuve la grata sorpresa de una conversación telefónica que confirmó toda esta teoría del optimismo. El fotógrafo Víctor Salas, compañero de trabajo en Santiago de Chile, fue agredido el pasado 21 de mayo por un carabinero cuando cubría una manifestación en Valparaíso. Aunque en un primer momento salvó el ojo (físico), faltaba por confirmarse que su visión no quedase afectada. Después de dos operaciones y a punto de afrontar una tercera, me puse muy contenta al escuchar su voz, su sonrisa, sus palabras transmitiendo vida. Me envió fotos de su 'flaca' y sus dos hijas, de esas mujeres de las que tanto me habló desde el momento en que nos conocimos pero cuya imagen desconocía. Y me contó cosas hermosas, pequeñas cosas, cosas cotidianas...

Aunque la vida tiene golpes duros, como los mejores boxeadores de la historia, hay que saber fajarse y tratar de esquivarlos o bien afrontarlos con los puños en alto y con la mayor entereza. Y esos momentos, sobre todo, deben hacer que disfrutemos con las pequeñas maravillas que nos ocurren a diario. Que un fotógrafo estuviese (o esté, porque aún no está excluida esa posibilidad) a punto de perder su visión (y más de la forma impune en que ocurrió) es grave. Que más de 150 personas hayan perdido sus vidas sin llegar al destino que pretendían al subir a ese avión es infinitamente peor. Pero siempre hay lugar para la belleza, siempre hay lugar para el amor, siempre hay lugar para las palabras lindas... Sólo se trata de mirar todo con otro color...

martes, 19 de agosto de 2008

Amor aroma

Sé que poca gente asumirá como algo normal la historia que voy a contar, pero la traigo aquí porque ha sido una de las cosas más bonitas que me han ocurrido en el viaje que he hecho por Asturias estos días pasados. Siempre he tenido claro que el caballo es mi animal favorito, pero el pasado jueves viví algo alucinante con este precioso ejemplar que veis en la fotografía.

Nuestra excursión de ese día pasaba por Fuente Dé, una majestuosa pared de 1.847 metros de altura en los mismísimos Picos de Europa (aunque en el lado de Cantabria) y a la que se accede gracias a un teleférico que salva los más de 750 metros de desnivel desde la plataforma (donde estamos en el momento de esta foto). Pero como se puede apreciar en la imagen, la terrorífica niebla nos invitó a no subir, no por miedo, sino por evitar un paseo inútil hasta una cumbre en la que no íbamos a poder divisar la cordillera (que es el mayor atractivo de ese paseo a las nubes, nunca mejor dicho).

Yo había comprado en Potes (un precioso pueblo cercano a esta montaña) una caja de galletas de la región para compartir en las alturas con mis compañeras de viaje, como si fuera un ritual de hermandad, así que cuando decidimos no subir, optamos por sentarnos a los pies de esa pared vertical a disfrutar de la impresionante vista y a completar ese 'aquelarre'. A pocos metros, un pobre caballo era acosado por turistas que se acercaban con el ánimo de hacerse fotos con él, de tocarlo, algunos incluso de molestarlo. Nosotras, a la distancia, observábamos su calma en aquel lugar que parecía creado para la más pura reflexión.

De repente un señor nos pidió que le fotografiáramos con su nieta junto al caballo, así que me levanté y, al acercar mi mano a la cabeza del animal para acariciarlo, abrió su boca y me pegó un pequeño mordisco en el antebrazo. No fue nada, es decir, no hubo herida, simplemente fue un toque (marcaje lo llaman quienes entienden de animales), pero fue suficiente como para dejar la señal perfecta de su diente y hasta un moratón alrededor. Cuando se lo conté a las chicas (su situación impedía ver lo que había pasado), todas dedujimos que había sido por el olor de las galletas que habíamos comido y que quizá alguna miga se había quedado sobre mi chaqueta (de color verde, como todo el campo a nuestro alrededor, para más inri). Pero cuando vi que me seguía y que ni siquiera echándole galletas al pasto para que las comiera dejaba de hacerlo, nos dimos cuenta de que lo que le servía como 'cebo' era mi famoso aroma a vainilla; era mi olor (impregnado en la piel y en la ropa) y no el de alimentos ajenos lo que le motivaba...

No convivo con animales, pero he tenido varias experiencias anímicas muy profundas con algunos. Creo que lo del jueves pasado tuvo algo que ver con esto. De alguna forma extraña, el caballo no vio en mí a una humana, sino a una igual, un ser con quien poder jugar y divertirse. Antes de mí no había 'atacado' a nadie ni lo hizo después. Sólo yo conseguí alterar su paz. Y eso sin pretenderlo...