miércoles, 30 de septiembre de 2009

Galeano y yo

"¿Quiénes son mis contemporáneos? - se pregunta Juan Gelman.
Juan dice que a veces se cruza con hombres que huelen a miedo, en Buenos Aires, París o donde sea, y siente que esos hombres no son sus contemporáneos. Pero hay un chino que hace miles de años escribió un poema, acerca de un pastor de cabras que está lejísimos de la mujer amada y sin embargo puede escuchar, en medio de la noche, en medio del a nieve, el rumor del peine en su pelo; y leyendo ese remoto poema, Juan comprueba que sí, que ellos sí: que ese poeta, ese pastor y esa mujer son sus contemporáneos".
(Eduardo Galeano, El arte y el tiempo, "El libro de los abrazos")

Éste fue el libro que me permitió descubrir a Eduardo Galeano hace ya 9 años. Gracias a mi amiga Selva y a su amiga Almendra (en ese momento desconocida para mí, después también amiga mía), que se lo regaló, este libro llegó a mis manos y me pareció que sólo podía pasarlo a l@s demás como un presente. A partir de ese momento, regalé unos cuantos (bastantes) ejemplares. Y yo me hice con uno, gracias a que mi hermanita hizo lo mismo conmigo.

Hoy he tenido la suerte de entrevistarlo, de pasar casi una hora en su compañía a poquitos pasos del kilómetro cero de la Puerta del Sol, a unos metros de la osa y el madroño, en ese arranque de la calle Arenal que habré recorrido millones de veces en mi vida. Como periodista, una tiene la obligación de preguntar y tomar notas para agilizar, después, el proceso de la escritura. Pero, como persona, una tiene el derecho a disfrutar con una agradable conversación con un hombre inteligente, culto y crítico, que te mira directo a los ojos y no evita una sola pregunta. Así que, entre esas dos figuras que me dominan, elegí la segunda y dejé la grabadora sobre la mesa para que fuera ella quien registrase toda la charla. Yo me limité a hacer preguntas (sin mirar una sola de cuantas llevaba anotadas, sino dejándome llevar por la charla) y a disfrutar de una nutritiva conversación. Un profundo abrazo de amigo cerró el encuentro...

Si buscáis en google, ya hay algunos medios que publicaron la entrevista (el titular fue "Eduardo Galeano: 'los libros me escriben'"), aunque, aparte de esas 600 y pico palabras que aparecen, hay casi 1.500 más que quedaron en el ostracismo de la grabación. Lamentablemente los espacios son así...

Más allá de la emoción sentida por entrevistar a un escritor al que admiro tanto y que es capaz de decir tanto a una desconocida (por mucho que sea periodista), hoy he cerrado un círculo maravilloso abierto hace 5 años. En 2004 fui a la Feria del Libro de Madrid, con la intención de preguntarle por las eliminatorias del Mundial (en ese caso de 2006), por aquello de que yo trabajaba con la información deportiva y Uruguay, como siempre, estaba al borde del abismo. Un amigo me pasó el contacto de su editorial y allí me dijeron que era mejor abordarlo al principio del acto en el que leería algunos textos de "Bocas del tiempo". Así lo hice. Y tropecé con una mirada fría, bastante dolida, antes de que me contestara: "Tus compañeros hoy me dieron plantón en el hotel, así que no hablaré con vos. Espero que lo entiendas". Por supuesto, lo entendí, pero me cagué en aquellas personas que, teniendo la posibilidad de entrevistarlo, habían decidido no hacerlo. Igual estuvo amable porque, cuando le dije: "Pero si yo soy de Deportes, yo quiero hablar de fútbol", él me replicó: "uy, peor aún, de fútbol no podemos hablar cinco minutos, habría que estar dos horas". Después de su lectura, me acerqué a la caseta donde firmaba libros porque mi propósito, en aquel momento, era lograr su firma para un ejemplar de "Bocas del tiempo" por el cumpleaños de Selva (que era ese mismo día) para enviárselo después por correo y, de paso, que me autografiara mi "Libro de los abrazos". Conseguí ambas firmas y, aunque no me correspondía, le pedí disculpas por mis compañeros. Y después le estreché la mano y le dije: "En realidad, sólo quería decirte gracias por existir".

Afortunadamente, la memoria es frágil y, por su vida, pasará tanta gente que es imposible recordarla toda. De esta forma, la velada de hoy fue como si fuera la primera entre amb@s. Obvio que, para mí, es inolvidable aquella otra. Pero hoy me ha permitido cerrar un círculo de manera hermosa, tanto tanto que, hace un rato, cuando llegué a casa, me di cuenta de que se cumplían tres meses desde que dejé mi anterior ocupación en el turno de noche (y en los Deportes) y, una vez más, ratifiqué que el cambio era más que positivo...

domingo, 13 de septiembre de 2009

"La antorcha", Torres García y el amor

En 2005 pisé por primera vez este bar. Yo no sabía el nombre del establecimiento ni el nombre de su dueño ni siquiera cómo llegar desde la parada de metro...

Aquella jornada había sido muy surrealista. Visité en los alrededores de Barcelona la Colonia Güell, una de las obras de Antoni Gaudí que aún desconocía, junto a dos amigas argentinas, Mimi y Paula. Y por la tarde me reuní con dos amigos catalanes, David e Iván, que provenían de mundos diferentes pero cuyas propuestas de quedada logré juntar por mor del fútbol. Esa noche había partido del Barça contra el Real Madrid y David quería mostrarme un pub de su pueblo, Santako (en los carteles dice Santa Coloma de Gramenet, pero para quien lo conoce se llama de la otra forma), en el que se ponía el himno del Barcelona cada vez que el equipo marcaba un gol. Y como Iván también era futbolero, no tenía inconveniente en apuntarse al plan, pese a que él vivía en Terrassa. La única 'descolgada' era Mimi, porque odiaba el fútbol, pero como estaba de paseo por España aquella posibilidad de vivir una jornada especial en un lugar especial le llamaba la atención (de hecho, después disfrutó como el que más grabando aquella locura). Cuando terminó el partido -por supuesto con victoria del Barça-, continuamos la juerga en un bar al que David quiso llevarnos porque, según dijo, era parte importante de la idiosincrasia de Santako...

Cuatro años más tarde, el sábado pasado, para ser más exacta, volví a este lugar. Gemma, la compañera de David (que aquella noche de 2005 no pudo venir por culpa de unos estudios que debía hacer para su trabajo), me comentaba, antes de llegar, que ell@s eran muy amig@s de los dueños y que uno de ellos estaba pasando por momentos delicados de salud. Cuando llegué a la puerta del bar "La Antorcha", reconocí el establecimiento, pero no quise romper la magia de las presentaciones. Saludé a Juan, el dueño, como si fuese la primera vez que lo veía con la misma efusividad que a Gabi, al que sí acababa de conocer. Ahora, que ya no resulta tan peculiar encontrarse con parejas homosexuales, parece más ejemplar si cabe descubrir que hombres como Juan y Gabi llevan formando una hace más de 30 años. Y más admirable aún es ver el amor que se desprende estando cerca de ellos o la gracia con la que Gabi habla de la rodilla maltrecha de Juan cuando es él quien lo está pasando francamente mal con su enfermedad.

Nada más conocerme, me demostraron un cariño inusual por el mero hecho de ser amiga de David y Gemma, tanto que un rato después de las presentaciones y cuando ya habíamos vuelto a casa, nos llamaron por teléfono para avisarme de que el desfile de gigantes y cabezudos -correspondiente a las fiestas de Santako- pasaba por su bar por si quería ir a verlo. Así que, 24 horas después de conocernos, cuando yo ya tenía que despedirme porque el fin de semana acababa y había que regresar a Madrid, les pedí sacarme esta foto con ellos, cumpliendo además la fantasía de colocarme al otro lado de la barra.

Lo más fuerte de todo este asunto es que, después de un buen rato de charla, me ofrecieron su casa en Terrassa para la próxima vez que viaje. En ese momento, no pude evitar emocionarme. Cuatro años antes, yo no conocía tanto la biografía de Torres García y, por tanto, no podía provocarme ningún interés que Iván viviese en aquel pueblo. Ahora, que aquel amigo -por simple dejadez- ya no forma parte de mi vida, sí, porque ahora sé que, una vez casado, JTG estableció su residencia en una casona llamada Mon Repós, en esa localidad barcelonesa. Los frescos con los que decoró esa vivienda ahora forman parte del patrimonio de Caixa Terrassa, que los compró en 1993. Y, en este último año, creció mi interés por visitar ese pueblo. Así que cuando Gabi me hizo aquella invitación se completó un extraño círculo. Cuatro años después...

Aquella noche surrealista de 2005, David e Iván representaban dos arquetipos bien diferentes de hombre atractivo y, en una charla con Paula entre cerveza y cerveza, le decía -como si aquello fuera una exposición o un catálogo- qué modelo elegía para mi futura búsqueda en otro escenario. Cuatro años después, tras vivencias varias en el cuerpo y en el alma, nada más pisar "La antorcha", recordé la conversación que habíamos mantenido entre aquellas cuatro paredes y me prometí tenerla siempre presente. Para no volver a caer ante "muñecos" (crédito de la expresión para Paula) o "personajes" y para fijar mi atención en esos hombres que tienen valores y actitudes interesantes, con los que una pueda nutrirse y no sentirse fagocitada...

(David y Gemma tendrán un espacio en este blog, en el que explicaré cuál fue el motivo de mi visita a Santako, pero hasta entonces debo agradecerles todo lo que compartieron conmigo y cuánto me enseñaron en esos dos días)

viernes, 4 de septiembre de 2009

Cumplimos 100

Ésta es mi entrada número 100. Llevo tanto tiempo pensando en qué ocurriría al llegar esta cifra que, ahora que está aquí, nada tiene que ver lo que voy a escribir con lo que imaginé. Básicamente porque voy a hablar de algo que pasó ayer mismo, así que de difícil forma podría haberlo meditado antes.

Ayer (el miércoles 2 para entendernos, por si alguien lo ve en otro momento) tuve la suerte de conocer a Vitico, leyenda viva del rock argentino. Ahora ya no está Pappo (quien falleció en accidente de tráfico en 2005), pero sigue estando su música. Y Vitico, un tipo que, a sus 61 años, toca con su hijo Nicolás y con su sobrino Sebastián y con otros dos 'jovenzuelos', Pancho Isola (en la batería) y Ariel Rodríguez (en la guitarra) en Viticus, la banda que formó en 2002, sigue pensando en él.

En la entrevista me encontré con un tipo curioso, capaz de divertirse 40 años después de seguir en un escenario, ansioso por pavonearse de "meterla donde la metía Jimi Hendrix" (palabras textuales), ávido de nuevas experiencias en la carretera y feliz de seguir cantando y tocando su bajo Fender.

Viticus está de gira por España y yo, que pude ver anoche el concierto que la banda dio en Madrid, deseo que mucha gente pueda disfrutarlo igual, porque se trata de un rock de verdad, de un rock de gente motera, de un rock de los de antes aunque sin anacronismos, de un rock potente y divertido. Porque en el fondo, como ayer decía Vitico, él sólo es un tipo que trata de divertirse con todo lo que hace...

Más allá de la satisfacción profesional que me provocó esta entrevista, me queda la lección personal de un veterano, orgulloso de las cosas que ha hecho (incluso de las menos buenas) y feliz por poder seguir con lo que le gusta. Ojalá todo el mundo pudiese decir lo mismo...

P.D. Para quien tenga interés en seguir la gira española de Viticus, aquí van las fechas y los lugares de actuación durante septiembre: