De mi primer viaje a Uruguay (octubre de 2004) guardo millones de tesoros, tanto físicos como intangibles. Hoy sólo hablaré de uno de ellos, el disco "Viveza", de Fernando Cabrera. Entre la música que mi amiga Selva eligió grabarme, estaba la de ese hombre que yo no había escuchado más que por la voz de Ana, otra amiga de la familia que vive enamorada de él. A diferencia del "Contraseña", de Jaime Roos, del que me enganché rápidamente, reconozco que con Cabrera no pude... Ni siquiera le di tiempo a que me convenciera con sus letras; aquella voz tan peculiar no me atrapaba. Creo que, en realidad, no era el tiempo de escucharlo...
Ahora sé que mi relación con Cabrera está íntimamente ligada a mi amor por Montevideo y a mis vivencias en sus rincones. Aunque tanto en 2004 como en 2005 estuve en algunos de sus momentos históricos por sus calles, no fue hasta diciembre de 2006 cuando CONOCÍ a la dama de gris (le hago propaganda, Gato). Con una excelente guía como mi amiga Daniela y con algún brindis noctámbulo con otras manos masculinas y zurdas en la Ciudad Vieja, la capital del paisito pasó a serlo también de mi alma. Y confieso que, cuando Dani me dijo que amaba a Cabrera, pensé que algo raro había en mí, pues ya era mucha gente linda a la que conocía y a la que le gustaba este cantante. Quizá debía darle otra oportunidad...
En 2007 recibí la visita en la 'orange house' de mi amigo Julián, un entrerriano que vive en Buenos Aires y músico loco que adora Uruguay. Cuando llegó a casa se puso a buscar en mi discoteca y halló "Viveza". Me contó que adoraba a Cabrera y no entendía cómo a mí no me provocaba lo mismo. A esa altura del partido, yo tampoco y, de repente, un día de aquella estadía suya en mi casa me di cuenta de que aquella canción que sonaba (creo que era "Lisa se casó") me gustaba y desde ese día no pude dejar de escucharlo...
Hoy, 30 de noviembre, hace un año que vi por primera vez a Fernando Cabrera en vivo. Ése fue el detalle definitivo que me hizo amarlo. Fue en la Sala Zitarrosa de Montevideo. Desde el principio de aquel recital tan intimista, al que Daniela (sabiamente, como siempre) no quiso acudir pues prefirió que yo lo disfrutase en otra compañía, sentí ese placer doloroso o ese dolor placentero (no sabría bien) que provocan sus letras, esa forma de tocar directamente cada una de nuestras fibras sensibles, ese 'enroscamiento' del alma que me hizo salir del concierto cual caracola, metida para dentro. Por si eso fuera poco, aquella mano que me acompañaba, la del compañero de brindis con tannat, se extendió hacia mí cuando, en los bises, sonó "El tiempo está después"...
"Si vives en un sueño del pasado, no disfrutas de lo que sucede en el momento presente, porque siempre deseas que sea distinto. No hay tiempo para que te pierdas a nada ni a nadie porque estás vivo. No disfrutar de lo que sucede ahora mismo es vivir en el pasado, es vivir sólo a medias", dice Miguel Ruiz en "Los Cuatro Acuerdos. Un libro de sabiduría tolteca". Hoy, 30 de noviembre de 2008, esa mano no es más que protagonista de una fotografía y yo disfruto, en Madrid, de los discos de Cabrera...