miércoles, 27 de mayo de 2009

Simplemente Venecia...

(El tópico más típico de Venecia: sus góndolas;
éste es el embarcadero que hay
junto a la Piazza San Marco)


(Ésta es una pequeña placita que encontramos
y a la que no sé si sabría volver,
pero me llamó la atención)


(Una vista del Gran Canal al atardecer. Sin comentarios)


(El reflejo de Santa María della Salute
en la parada de la Accademia)



(Un partidito nocturno de fútbol
entre amiguetes en la Piazza San Marco)

domingo, 24 de mayo de 2009

El arte y el dolor

Encontrarme frente a esta escultura, Laocoonte y sus hijos, a pesar de que estuviera dentro de los Museos Vaticanos romanos (con toda la carga que eso implica), fue uno de los mejores momentos vividos en estas recientes vacaciones que, como sabéis quienes me seguís habitualmente, me han tenido lejos de este rinconcito naranja.

Desde mi adolescencia, cuando empecé los estudios de Arte (siempre dentro del temario oficial en la Secundaria), tengo la certeza de que la Victoria de Samotracia y ésta son dos de mis esculturas favoritas en el mundo clásico. Pude cumplir mi sueño de ver la anterior en el Museo del Louvre parisino (en 2005 y 2006) y hace menos de quince días he podido situarme también ante el Laocoonte y comprobar in situ la tensión de los cuerpos retorciéndose entre las serpientes que les atacan después de que el sacerdote troyano trate de avisar a su pueblo de que el famoso caballo donado por los helenos no es más que una trampa y, de alguna forma, se volverá contra ellos (eso sin saber que los soldados estaban ocultos en su interior), así como la perfección en el estudio de la anatomía humana.

Cuentan que Miguel Ángel fue uno de los testigos del hallazgo de este increíble grupo escultórico en las ruinas de la casa de Nerón, en 1506, y que su prodigiosa concepción del arte le hizo sugerir que el brazo derecho que faltaba debía ir flexionado y no recto, como sugerían algunos. Después de esto, se inspiró en el rostro de Laocoonte para crear su prodigioso Moisés.

Más allá de estos debates histórico-artísticos, sólo quería dejar constancia aquí de mi paso por Roma y de mi emoción ante una obra que capta perfectamente el dolor extremo. 

En estos días de ausencia, se nos fueron el músico español Antonio Vega y el escritor uruguayo Mario Benedetti, dos grandes creadores (a pesar de las críticas de algunas personas). Ya no tiene mucho sentido escribir sobre esas tristes pérdidas, sobre las que he podido leer algunos relatos, pero sí recordar que debemos mantener vivo su recuerdo escuchando temas como "La chica de ayer", "Anatomía de una ola" o "Lucha de gigantes" y repitiendo deliciosos versos como "Compañera / usted sabe / que puede contar / conmigo / no hasta dos / o hasta diez / sino contar / conmigo" o releyendo infinitas veces "La tregua".

sábado, 2 de mayo de 2009

Ciudades con alma

(El Río de la Plata desde la escollera Sarandí,
en Montevideo. Diciembre 2007)

Dentro de poquitos días comenzaré un lindo viaje por varios lugares de la geografía europea, Venecia, Florencia, Asís, Roma, Laurópoli (Calabria), Barcelona, Lisboa, Badajoz, Sevilla y Granada, gracias a la visita de mi amiga Daniela, de Montevideo. Esta noche conversaba por skype con otra amiga, en este caso de Buenos Aires, Paula, y recordábamos callejuelas recorridas juntas, cervezas compartidas, la decadencia de algunos rincones, la belleza de los tranvías, el ambiente especial de algunos cafés, la melancolía recogida en algunas músicas...

Durante mucho tiempo, ella eligió vivir en Barcelona y ahora, a la distancia, poníamos otra vez cara a algunos bares por los que anduvimos y nos dimos cuenta de cómo coincidíamos en ciertas opiniones. Por ejemplo, Lisboa. Aún no la conozco. Pero siempre supe que me gustaría... Y, aunque sé a ciencia cierta que tendrá muchas cosas en común con Río de Janeiro (aunque sólo sea por la ascendencia portuguesa de ésta), tengo la impresión de que su nostalgia, su atmósfera como de tiempo pasado, su aire marino y marinero, su dejarse llevar harán que la capital portuguesa me recuerde a Montevideo. Paula coincidía conmigo en esa opinión.

Y, en un momento de la conversación, nos dimos cuenta de que nos emocionábamos más de la cuenta al mencionar según qué lugares. Y llegamos a la conclusión de que estábamos hablando de ciudades que tienen alma. Y más aún: de ciudades que conectan directamente con nuestro alma. Me dio por pensar que, si hiciéramos una ecuación, Montevideo sería para mí lo que para ella Barcelona: un lugar que forma parte de nuestra historia eterna (con vivencias ya pasadas, pero de emociones siempre presentes y, por supuesto, con visiones futuras).