"¿Quiénes son mis contemporáneos? - se pregunta Juan Gelman.
Juan dice que a veces se cruza con hombres que huelen a miedo, en Buenos Aires, París o donde sea, y siente que esos hombres no son sus contemporáneos. Pero hay un chino que hace miles de años escribió un poema, acerca de un pastor de cabras que está lejísimos de la mujer amada y sin embargo puede escuchar, en medio de la noche, en medio del a nieve, el rumor del peine en su pelo; y leyendo ese remoto poema, Juan comprueba que sí, que ellos sí: que ese poeta, ese pastor y esa mujer son sus contemporáneos".
(Eduardo Galeano, El arte y el tiempo, "El libro de los abrazos")
Éste fue el libro que me permitió descubrir a Eduardo Galeano hace ya 9 años. Gracias a mi amiga Selva y a su amiga Almendra (en ese momento desconocida para mí, después también amiga mía), que se lo regaló, este libro llegó a mis manos y me pareció que sólo podía pasarlo a l@s demás como un presente. A partir de ese momento, regalé unos cuantos (bastantes) ejemplares. Y yo me hice con uno, gracias a que mi hermanita hizo lo mismo conmigo.
Hoy he tenido la suerte de entrevistarlo, de pasar casi una hora en su compañía a poquitos pasos del kilómetro cero de la Puerta del Sol, a unos metros de la osa y el madroño, en ese arranque de la calle Arenal que habré recorrido millones de veces en mi vida. Como periodista, una tiene la obligación de preguntar y tomar notas para agilizar, después, el proceso de la escritura. Pero, como persona, una tiene el derecho a disfrutar con una agradable conversación con un hombre inteligente, culto y crítico, que te mira directo a los ojos y no evita una sola pregunta. Así que, entre esas dos figuras que me dominan, elegí la segunda y dejé la grabadora sobre la mesa para que fuera ella quien registrase toda la charla. Yo me limité a hacer preguntas (sin mirar una sola de cuantas llevaba anotadas, sino dejándome llevar por la charla) y a disfrutar de una nutritiva conversación. Un profundo abrazo de amigo cerró el encuentro...
Si buscáis en google, ya hay algunos medios que publicaron la entrevista (el titular fue "Eduardo Galeano: 'los libros me escriben'"), aunque, aparte de esas 600 y pico palabras que aparecen, hay casi 1.500 más que quedaron en el ostracismo de la grabación. Lamentablemente los espacios son así...
Más allá de la emoción sentida por entrevistar a un escritor al que admiro tanto y que es capaz de decir tanto a una desconocida (por mucho que sea periodista), hoy he cerrado un círculo maravilloso abierto hace 5 años. En 2004 fui a la Feria del Libro de Madrid, con la intención de preguntarle por las eliminatorias del Mundial (en ese caso de 2006), por aquello de que yo trabajaba con la información deportiva y Uruguay, como siempre, estaba al borde del abismo. Un amigo me pasó el contacto de su editorial y allí me dijeron que era mejor abordarlo al principio del acto en el que leería algunos textos de "Bocas del tiempo". Así lo hice. Y tropecé con una mirada fría, bastante dolida, antes de que me contestara: "Tus compañeros hoy me dieron plantón en el hotel, así que no hablaré con vos. Espero que lo entiendas". Por supuesto, lo entendí, pero me cagué en aquellas personas que, teniendo la posibilidad de entrevistarlo, habían decidido no hacerlo. Igual estuvo amable porque, cuando le dije: "Pero si yo soy de Deportes, yo quiero hablar de fútbol", él me replicó: "uy, peor aún, de fútbol no podemos hablar cinco minutos, habría que estar dos horas". Después de su lectura, me acerqué a la caseta donde firmaba libros porque mi propósito, en aquel momento, era lograr su firma para un ejemplar de "Bocas del tiempo" por el cumpleaños de Selva (que era ese mismo día) para enviárselo después por correo y, de paso, que me autografiara mi "Libro de los abrazos". Conseguí ambas firmas y, aunque no me correspondía, le pedí disculpas por mis compañeros. Y después le estreché la mano y le dije: "En realidad, sólo quería decirte gracias por existir".
Afortunadamente, la memoria es frágil y, por su vida, pasará tanta gente que es imposible recordarla toda. De esta forma, la velada de hoy fue como si fuera la primera entre amb@s. Obvio que, para mí, es inolvidable aquella otra. Pero hoy me ha permitido cerrar un círculo de manera hermosa, tanto tanto que, hace un rato, cuando llegué a casa, me di cuenta de que se cumplían tres meses desde que dejé mi anterior ocupación en el turno de noche (y en los Deportes) y, una vez más, ratifiqué que el cambio era más que positivo...