jueves, 4 de agosto de 2011

Belleza y Amistad

"Si lo que vas a decir
no es más bello que el silencio,
no lo vayas a decir..."
(El Último de la Fila, "Cuando el mar te tenga")


A veces ocurre que no hay cosas sobre las que escribir o, simplemente, no hay palabras con las que definir las cosas que nos ocurren. Otros días, en cambio, se arremolina tanta cosa en el interior que cuesta encontrar el espacio para expresarse. Hoy, día en que una de mis mejores amigas cumple años en Madrid (y le dedico mi otro rinconcito naranja), dos grandes hombres que viven al otro lado del mundo también festejan su día y les hago este pequeño homenaje.


No sé con cuál de los dos hablé antes, aunque sé que los conocí más o menos por las mismas fechas, en el verano (boreal) de 1998. En aquella época, yo acababa de incorporarme a trabajar en el turno de noche y me tocaba editar las noticias que ellos (uno desde Santiago de Chile y el otro desde Río de Janeiro) enviaban. Por esos vericuetos raros de la vida, terminamos siendo muy buenos amigos. Todo ello sin conocernos más allá de algunas llamadas telefónicas y de las palabras que intercambiábamos en los servicios de cierre y/o preguntas aclaratorias sobre alguno de sus temas.


El primero al que puse cara fue Hernán (a la derecha en la foto). Fue en 2002, con motivo de la cobertura de los Juegos Sudamericanos, en Río. En esa ocasión, pude compartir este día con él y nos reímos mucho brindando por la vida y apagando un palillo (a modo de vela de la tarta). Frutillas, besos, risas, caipirinhas... Después coincidimos en los Sudamericanos de Buenos Aires 2006 y Panamericanos 2007 antes de que mis ganas de conocer mundo me llevasen a Colombia, su tierra natal, en 2010. Allí tuve la suerte de recorrer de su mano (como ya pasó en las calles cariocas) muchos lugares e, incluso, de conocer a parte de esa familia de la que tantas veces habíamos hablado antes. Y, ahora que Joe Arroyo (cuya música quedará para siempre en la banda sonora de nuestra vida) ha pasado a la eternidad, si tuviera que quedarme con un solo momento, con una sola anécdota, con un solo recuerdo de tanta cosa compartida (que ya es difícil), elegiría en cambio esos brindis noctámbulos en el "Double" (el bar bluesero del Mercadinho de Sao Jose).


A Nelson lo vi por primera vez en foto, después de que Hernán coincidiese con él en una cobertura chilena y me enviase imágenes del equipo. Después le abracé por primera vez en una habitación de hotel en Buenos Aires. Yo había quedado para almorzar con un amigo, pero cuando supe que el Sando ya había llegado al que sería nuestro alojamiento común durante diez días no pude evitar subir un momento para saludarlo y emplazarlo para un encuentro posterior. Una vez concluida la cobertura, tuve la suerte de viajar con él a su Chile natal y convivir (aunque por poquito tiempo) con él y toda su linda familia. Sin duda, me quedo con esa jornada que vivimos rumbo a Isla Negra, donde no solo disfrutamos de la que fuera casa de Pablo Neruda (de hecho, allí está enterrado), sino de alguna que otra peripecia del Destino, que nos regaló la música más apropiada para el día más apropiado. Ese pisco de aperitivo y ese caldillo de congrio (al que cantó el poeta) quedarán en mi memoria por mucho tiempo, al igual que sus constantes cantos mientras manejaba el auto.


Hoy ya no trabajo en Deportes, como cuando llegué hace trece años, y no estamos tan diariamente conectados como entonces, pero tengo la suerte de disfrutar (en la valija donde guardo a mis amigos) de dos maravillosos hombres con quienes he disfrutado cosas hermosas en lo personal y con quienes he aprendido mucho en lo profesional. Sé que ellos dos no están tan unidos como cuando saqué esta foto, pero me gusta recordarlos así, juntos, bromeando y sonriendo.


La vida tiene cosas alucinantes, como que los dos cumplan años el mismo día, y aunque no puedo compartir con ellos este brindis, mis besos energéticos van hoy para Chile y Colombia. Uno de ellos sé que los empleará como parte de ese ejército luchador contra el mal que le aqueja; el otro sé que los cargará en su mochila anímica antes de lanzarse a escuchar por enésima vez "En Barranquilla me quedo".


¡¡¡Felicidades para los dos!!! Ya sabéis que os quiero...


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